XLIII Presa fácil

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 ¿Cómo pasé de querer descubrir el misterio detrás de la chica llamada Beverlith, a tener sueños donde mi versión infantil llamaba su nombre?

Había misterios que la vida no me haría fácil resolver. Confusiones, encuentros y verdades, pero incluso aunque todas las pistas estaban frente a mis ojos, yo aún no podía ver.

Desperté mareada, con el corazón acelerado y su nombre como mi único pensamiento, lo había repetido demasiadas veces en mi sueño mientras corría por pasillos eternos y lúgubres. Mi pecho dolía, como si mi cuerpo supiera algo de lo que no era consciente. Y para tratar de darle una explicación a esa ilógica situación, me senté en mi cama vagando por los recuerdos de la noche anterior, intentando hallar un motivo.

Todos quisiéramos tener el poder de parar el tiempo, para pensar nuestras palabras y acciones, evitarnos problemas por acciones incorrectas.

Si solo pudiéramos escapar y darnos un respiro.

Pero, yo me había metido por mi propia voluntad a uno de mis mayores problemas; los atormentados ojos azules como el cielo despejado, que por mis actitudes se nublaban con dudas. Las cosas que atormentaban mi cabeza eran claras, pero se arremolinaban en mi mente como un huracán desordenado.

Celos, inseguridad, insuficiencia, desconfianza...

Nada bueno.

No quería elegir las palabras incorrectas, sentirme dramática o exagerada, como una niña caprichosa.

Dave se había vuelto una oportunidad que no quería perder, un amor bonito donde yo fuera su prioridad. Y sentía injusto que no pudiera evitar estar tan atenta a cualquier error, como si una parte de mí me creyera incapaz de tener una buena relación, o que no lo merecía sencillamente.

y con qué derecho podía seguir sintiéndome mal por Nicol, cuando era mi pecho el que ardía con un inexplicable resentimiento hacia Matías.

caminamos juntos hacia el columpio que guindaba del árbol gigante que quedaba en medio del jardín, haló mi mano con delicadeza para guiarme hasta tomar asiento en él y mirarme de una manera muy diferente a la que estaba acostumbrada.

No era la única con un torbellino de preguntas, no tenía que ser adivina para verlo.

Miré mis pies para tomar el valor que pudiera guiarme a las palabras correctas, iniciar una conversación nunca me pareció tan difícil. Las luces pequeñas que decoraban el árbol dándole un hermoso aspecto al jardín bailaban como luciérnagas, mientras yo solo podía oír mis latidos aterrados.

—Realmente no querías ir al baño —dijo logrando que levantara la vista.

No estaba preguntando, había hablado para romper el silencio. Para que alzara la mirada y encontrara sus ojos entre la noche.

—Solo quiero hablar —susurré. Mi voz temblorosa como clara señal de mi nerviosismo. —no quiero permitirnos malinterpretar esta noche.

— ¿Tienes mucho por aclarar?

Poco a poco afilaba su expresión, levantando su ceja izquierda levemente, como si quisiera escuchar cada palabra que cruzara mi cerebro para entenderme. Y en el momento que menos lo esperaba, redujo nuestra distancia tomando las cuerdas del columpio, logrando que mis rodillas chocaran sus piernas.

—Estoy bromeando —aseguró suavemente. —Aunque creo que tu no, ¿tienes preguntas para mí?

Era tarde para arrepentirse y fingir que nada pasaba, no era buena cambiando repentinamente de tema, mucho menos escondiendo la incomodidad en mi actitud.

— ¿Era Nicol esa chica de la que hablabas?

— —. Ni siquiera espero a que respondiera —sí.

Era tan sincero que podía doler, pero bien sabía que no debíamos hacer preguntas de las que no queríamos escuchar sus respuestas.

Mírame De Nuevo +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora