☏ 15: Merecer ☏

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Lyam Knox es un psicólogo, lo conocí una noche de fiesta hace más o menos dos años en la que habíamos coincidido dentro del edificio, al principio había buscado ayuda en él porque me sentía agobiada en un nivel extremo porque había pasado el primer año tan preocupada por la tristeza de mamá que no había tenido tiempo para procesar la muerte de Tyler.

En algún punto nuestras largas pláticas, que nunca habían clasificado en una sesión terapéutica, se revolvieron con el placer y aunque Lyam no era mi amigo sí que sabía que podía buscarlo cuando mi cabeza me superara.

Y en verdad intenté dejarme llevar del todo pero no me sentí cómoda porque, como una maldita mosca, lo que había pasado con Axel no dejaba de darme vueltas. Así que ambos terminamos sentados en el suelo, con una botella de vino en medio hablando de lo que me sucedía.

Obviamente me había dado un consejo al respecto y, como él había resaltado, lo había hecho gratis. Sus palabras me habían dado vueltas en la cabeza toda la noche, sumándose a las razones por las que no había dormido más de una hora en toda la noche:

—Deberías darle el beneficio de la duda. Tú tienes tu propia versión y motivos de lo que pasó, él debe tener la suya y creo que es algo injusto e imparcial que tú misma decidas cuales fueron sus motivos, ¿No crees?

En verdad lo había pensado demasiado pero no podía siquiera pensar que Axel Ward pudiera tener otra intención conmigo que no hubiera sido el sexo. Y era porque él mismo había construido esa imagen, no había una sola mujer que hubiera podido decir que Axel había pasado con ella más de un par de noches de sexo, porque todas eran solo eso.

¿Por qué yo sería diferente?, no era ni la mitad de bonita al resto y habíamos pasado casi un año encerrados en un trato que habría hecho que cualquiera entrara en la demencia por lo que solo habían nacido, si es que lo habían hecho, sentimientos negativos.

¿Podía ser siquiera posible que Lyam tuviera razón?

Subí a la oficina sabiendo que no tendría la suerte de que Axel decidiera no venir hoy, aunque ayer había estado dispuesta a cortar ese evento de raíz y convencerlo de que ambos fingiéramos que no había sucedido, ahora... quería saber si para él suponía alguna diferencia todo esto.

Debía ser así, o no habría faltado al trabajo.

Fuera como fuera necesitaba tener esta conversación de inmediato o se me iba a reventar la cabeza del estrés, para mi desgracia dicha conversación tendría que esperar a que él se dignara a aparecer.

Terminé de ordenar los informes y estaba preparada para irme a la oficina de Alicia mientras me llenaba de valor para la conversación que se me venía encima cuando el sonido del ascensor me distrajo.

Una mujer que me sonaba de algún lado entró en la oficina con un vestido vino que resaltaba a cada curva de su cuerpo se acercó haciendo replicar sus tacones sobre la cerámica. Era bastante llamativa con su cabello oscuro de puntas moradas, como si quisiera combinarse a la perfección.

—Señorita—la saludé cuando se detuvo frente al escritorio mirándome como si fuera a mí a quien buscaba—, ¿Puedo ayudarla en algo?

—Eres Tayra.

No era una pregunta, era una afirmación, sus ojos dorados me recorrieron entera y en ese momento me sentí insegura de la blusa rosada y la falda blanca que había elegido para hoy.

—Si—dije recuperándome—, ¿La conozco?

—No hemos tenido ese placer—sus labios pintados de un rojo oscuro se curvaron en una sonrisa—pero ahora no es momento para eso, si todo sale bien nos veremos dentro de dos semanas.

Cuanto te odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora