☏ EXTRA: Todos los intentos que quieras ☏

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DEAN WARD

—No puede ser—Dacey miró la sala con terror—, nos van a matar.

La sala estaba hecha un desastre y, podía apostar mi alma, a que no era la única zona de la casa que parecía había sido remodelada por un terremoto de magnitud siete.

El sofá más grande tenía un enorme agujero que no íbamos a poder tapar aunque lo intentáramos y con el relleno en apretado en forma de pelotas por todo el suelo, había manchas de pintura en el suelo, en los muebles y las paredes, había trozos de los marcos en el suelo pero al menos no había rastros de sangre.

No se habían matado en el proceso de destruir la casa por lo menos.

Lo que no serviría de nada porque nuestros padres se iban a enfadar tanto o más si se hubiera o no hecho daño. Prácticamente teníamos que remodelar la sala entera y a saber si no habían ido sembrando el caos en el jardín, en alguna habitación o la cocina.

¿En qué momento se creyeron que nosotros éramos personas responsables?

—¿Se puede saber que estabas haciendo?—me crucé de brazos—, los dejé solos por diez minutos y lo único que tenías que hacer era cuidar que ese par no hiciera nada.

Aunque esto era culpa de mi hermana, eso no evitó que su mirada mortífera diera sobre mí como si todo este caos lo hubiera hecho yo mismo.

—Te recuerdo que ambos teníamos que cuidarlos—me recordó con irritación—, tal vez esto no habría pasado si no me hubieras dejado sola con ese par de lunáticos por irte a coger.

—Necesito más de diez minutos para coger—le dije con una sonrisa carente de gracia—, no soy Tom.

Sus mejillas se sonrojaron de rabia y sus labios se presionaron con fuerza cuando me lanzó un puño al pecho con todas sus fuerzas, uno que evité de inmediato porque Dacey era gimnasta y no quería terminar con un moretón en mi pecho.

Si había algo que enfadara más a mi desequilibrada hermana era que le recordaran a su ex.

—Vete a la mierda—siseó furiosa—, o muerte, con cualquiera le haces un favor a la humanidad.

—Como quieras, hermanita, entonces encárgate tu sola de solucionar el desastre antes de que lleguen nuestros padres.

Intenté irme pero su mano me rodeó el brazo con la fuerza de unas esposas y me giró de nuevo con brusquedad para encararla.

—Ni se te ocurra, esto es tanto problema tuyo como mío—me miró con rabia—. Tu eres el inteligente, así que dime que mierdas vamos a hacer, porque tenemos solo tres horas para solucionar esto.

Pues a menos de que le prendiéramos fuego a la casa, no había forma de arreglar esto antes de que llegaran nuestros padres de su estúpido evento.

Miré de nuevo la sala, luego de zafarme del agarre de Dacey, y sacudí la cabeza.

¿Cómo mierdas le habían abierto un agujero de tamaño de una sandía al sofá? ¿Y de donde habían sacado pintura rosada?

—Primero busca a ese par y enciérralos en su habitación para asegurarnos que no destruyan nada más—obvié, de mala gana—y trae todos los productos de aseo que tengamos antes de que se seque más la pintura.

Antes de que mi hermana dijera nada, el sonido de algo rompiéndose a lo lejos hizo que la mirara con reproche. ¿Por qué no los había buscado luego de ver toda esta mierda de desastre?

Dacey me miró con irritación, odiaba que alguien le ordenara que hacer, pero se fue sin decir nada ya que, por obvias razones, que estuviéramos en esta situación era culpa suya.

Cuanto te odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora