☏ 28: Avión ☏

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—No me voy a la guerra mamá—me quejé—, no necesito tantas cosas.

—Es mejor prevenir que lamentar—me ignoró poniendo en mi mano la enorme bolsa—. Quiero que tengas todo lo necesario para la ocasión.

Mamá no había dejado de hablar del viaje, que era mañana, y me había estado dando cosas toda la semana. Bloqueador solar, trajes de baño, lentes de sol, sombreros. No sabía de donde los sacaba o como los pagaba pero no se detenía a decirme nada más que quería que a mi regreso volviera con una foto por cada cosa que me había dado para usar.

—Tengo lo necesario para una semana—le recordé.

Mamá se encogió de hombros y se sentó en medio del césped a tomar el sol. Con los ojos cerrados mientras que su cabello caía por su espalda sacudiéndose con la brisa, con una sombra de sonrisa en sus labios.

Se veía mejor, se veía... más tranquila.

De hecho había notado un alentador progreso en el mes que había pasado, lo que me aterraba, no sabía si todo esto podía significar que después de este punto todo mejoraría o que cuando todo cayera sería de una manera dolorosa.

Eso me aterraba, porque no sabía cuántas caídas más podría resistir mamá.

Todo es visualización. Tengo que relajarme.

—¿Estás bien?—le pregunté preocupada.

—Estoy mejor—no había ningún rastro de duda en su voz—, no te preocupes por mí.

Era difícil. Porque no solo me caía la preocupación de golpe cada vez que me acercaba a la clínica, también la culpa cuando estaba frente a ella porque a veces permitía que... él me distrajera lo suficiente para olvidar por momentos todo lo demás que pasaba en mi vida.

Era un problema incluso sin saberlo.

—Mejor prométeme—pidió con suavidad, sin abrir sus ojos—que disfrutaras de este fin de semana y no pensaras ni un solo momento en mí.

—No puedo prometerte eso—le dije frunciendo el ceño—. Eres mi madre y no puedo olvidarme de ti aunque lo intente.

—No te pido que me olvides. Solo quiero que estos tres días pienses solo en ti.

—Eso está mejor—sonreí y suspiré—. Te lo prometo, mamá.

—Muy bien, porque el lunes te estaré esperando para que me lo cuentes todo.

Bostecé mientras que el ascensor descendía varios pisos a la recepción. El vuelo era a las seis de la mañana, para aprovechar el día, teníamos que estar una hora antes en el aeropuerto y a Jenna se le antojó hacer maratón de serie para celebrarlo así que no había dormido nada.

Aunque me iba más tranquila ahora que Jenna me había prometido visitar a mamá mientras estuviera en Miami.

Abrí los ojos, que no sabía que había cerrado, cuando escuché las puertas abrirse. Suspiré cuando me encaminé por la solitaria y fría recepción a la salida.

La calle estaba iluminada por la salida del sol aunque hacía bastante frío por lo que haber elegido un suéter rosa de lana había sido una buena idea, lo que no lo había sido era el short negro de jean que había tomado cuando recordé lo muy poco que toleraba el calor pero que ahora era una muy mala elección por el frío que me recorrió las piernas.

No se podía todo en esta vida.

Estuve a punto de ir en busca de un taxi para llegar cuando reconocí un rostro familiar que me ofrecía una sonrisa amable.

Cuanto te odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora