Caminé entre las personas, agradeciendo que ni mamá ni mi tía se hubieran dado cuenta de que estaba huyendo antes del año nuevo, y reemprendí el camino para volver a la casa. Solo necesitaba...
Un chillido dejó mis labios cuando alguien me sujetó de la cadera pero apenas pude sentir el terror antes de que un aroma familiar me inundara la nariz al mismo tiempo que mi espalda quedaba contra una helada pared. Sus ojos estaban fijos sobre mí, tan intenso que sentí que me ahogaba.
Me había alejado tanto, y bastante rápido, de la plaza que la música era apenas un murmullo y las luces de colores habían sido reemplazados por el tino plateado de la luna. Lo que apenas me dejaba reconocerlo entre la oscuridad.
—Vuelve a la plaza—más que una sugerencia era una orden—, si no quieres verme puedo volver a la casa de tu tía o pagar un hotel pero tú tienes que celebrarlo con tu familia.
Lo habría golpeado si no me hubiera parecido tierno que me hubiera seguido y se estuviera ofreciendo a esconderse bajo una piedra si eso me permitía al menos disfrutar de la celebración.
Al menos hasta que una oleada de frustración y enojo me hicieron hacer lo único que me pareció razonable, lo empujé para que se apartara y me cruce de brazos porque de repente sentía que quería ponerme a llorar.
—No quiero verte—siseé, molesta—pero que no estés no va a servir de nada cuando me siento como si todo lo malo del mundo fuera mi culpa.
Se quedó en silencio y, con la poca iluminación, me pareció ver que se veía un poco dolido.
—Tayra, si quieres—
—¡No importa donde mierda estés!—grité frustrada, empujándolo de nuevo para que retrocediera otro par de pasos—, ¡Aunque te vayas al culo del mundo ahora mismo me siento agobiada por tu culpa!
A lo mejor había exagerado un poco, porque no era del todo cierto que me sentía agobiada por él. Pero lejos de tranquilizar las cosas, lo que era lógico dado que le había gritado y no teníamos un historial tranquilo luego de que nuestras discusiones escalaran a los gritos, vi cómo se tensaba y daba un paso en mi dirección con molestia.
—¿Y qué es lo quieres que haga?—preguntó molesto—, ¿Qué te pida perdón por querer algo y qué tu no quieras lo mismo?
Esas palabras, ese reclamo y ligera acusación, hizo que mi enfado aumentara varios peligrosos niveles y diera un paso en su dirección con ganas de asfixiarlo.
—¡Ese es el maldito problema de todo el asunto!—le clavé un dedo en el pecho con rabia, sintiendo lo tenso que estaba—, ¡Ni siquiera me das tiempo de reacción porque crees que tu palabra es una orden que tengo que obedecer!
—Nunca he pedido nada remotamente parecido—su tono sonó mucho más frío—, no te ordené que aceptaras, te lo estaba preguntando y créeme que conozco muy bien la diferencia entre ambos conceptos.
No me di cuenta de lo que quería decir hasta que vi como apretaba su mandíbula.
Su padre le había enseñado esa diferencia.
Suspiré y alejé mi mano de su pecho para frotarme el rostro. No había dicho las cosas como debería haberlas dicho para hacerme entenderlo, solo le había dicho lo primero que me salió de la molestia, la frustración y el cansancio que sentía por cómo habían estado las cosas entre nosotros hasta el momento.
Así que tomé un momento para inclinarme a la paz y retrocedí un paso. Levanté la cabeza para verlo y me abracé a mí misma antes de hablar.
—Lo sé—reconocí con frustración—. No es eso lo que quería dar a entender.
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Cuanto te odio
Любовные романыNunca lo había visto tan enojado. Estaba frenético, no parecía él mismo, y tuve que improvisar para tranquilizarlo. Solo eso. ¿Qué tan malo podía ser detener su destrucción de una oficina, que yo luego tendría que limpiar, con un beso? BORRADOR SIN...