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—No es tu decisión.

—Tampoco tuya—la voz de papá era firme.

—No voy a dejar que le propongas algo así, ¿Te das una idea del daño que le vas a hacer?

—Estoy intentado ayudarla, que es más de lo que estás haciendo tú.

Eso hizo que todo mi cuerpo se tensara ante sus palabras. Respiré profundo para tratar de tranquilizarme algo que, sorpresivamente, no funcionó.

—¿Qué estas queriendo decir?—pregunté molesta.

—La estas encerrando en una burbuja que pronto se te va a reventar, Tayra, así no estas ayudándola.

—Estoy haciendo lo que puedo para cuidarla.

—¿Qué vas a hacer cuando comiences a trabajar y no puedas estar pendiente de ella todo el tiempo como ahora?—preguntó con seriedad— ¿O cuando yo tenga que salir? ¿Qué harás entonces? ¿Contrataras a alguien para que la cuide como si fuera una niña?

Me había pasado las últimas noches pensando en ello, cada maldito segundo ahora que mi regreso al trabajo estaba cada vez más cerca. No me quedaban más que dos días antes de tener que volver a la oficina y la perspectiva me aterraba.

¿Y si le pasaba algo cuando no estuviera presente? ¿Y si no llegaba a tiempo?

Todo eso me había llevado a una sola conclusión que me hacía sentir el estómago revuelto.

—Ya veré que hacer entonces—murmuré.

—Ese no es el punto, Tayra. Sabes que me preocupo tanto e incluso más que tú pero ninguno de los dos va a lograr nada si seguimos tratándola como si fuera un trozo de cristal que en cualquier momento se quebrará, tiene que volver a tomar el control de su propia vida.

—¿Y qué es lo que pretendes?—cuestioné, levantando más la voz—, ¿Qué la eche a un lado para que se defienda como pueda?

—Estás escuchando solo lo que quieres—murmuró con cansancio—, ¿Tú crees que le hace algún bien aferrarse a esa casa?

Porque eso había desencadenado esta discusión. Papá me había dicho que era hora de vender la casa y yo me había enfadado por ello, porque él ya lo había decidido e incluso tenía un comprador sin siquiera haber hablado con mamá que era la dueña.

No, él me lo había dicho a mí porque esperaba tenerme de su lado para decirle a mamá que lo hiciera. No podía pedirle que hiciera algo que incluso podía hacerle más daño, si solo sacar las cosas de Tyler le había costado tanto, desprenderse de la casa podía empeorarlo todo.

—Es una decisión que no te corresponde—espeté con rabia—, no voy a ayudarte a proponerle algo como eso.

—Nada de esto es sano—dijo con cansancio—, para ninguno de nosotros. ¿Te crees que alguien va a mejorar en el ambiente que hay en esta casa?, todos necesitamos espacio pero en especial tu madre.

—Si lo que necesitas es espacio nadie te está obligando a quedarte, puedes volver a tu vida en Connecticut cuando quieras así como lo hiciste antes.

No supe con exactitud qué fue lo que me llevó a soltar aquello que ni pensaba ni sentía con toda la frustración que la situación me generaba, lo que si sabía es que me arrepentí casi tan rápido como lo dije.

El rostro de papá se deformó en dolor y quise tragarme todas y cada una de las palabras que acababa de soltar, me cubrí la boca de inmediato pero ya fue demasiado tarde.

Yo sabía que papá no nos había abandonado, que si se había marchado en un principio fue para superar su propio dolor y porque mamá entonces acudía a terapias para tratar el suyo y que siempre había estado muy pendiente de ambas pero en especial de ella. Y si no había venido antes era porque tanto mamá como yo le habíamos ocultado la verdad, no porque no le importáramos.

Cuanto te odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora