☏ 01: Insoportable ☏

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Había momentos en la vida donde te replanteas todas las decisiones que te llevaron a un punto específico de tu vida. Este era mi momento, mirando esa maldita puerta de madera.

En los diez minutos que llevaba mirando la puerta me di cuenta de que trabajar está demasiado sobrevalorado y la idea de vivir el resto de mis días bajo un puente viviendo de la lastima de las personas era bastante más tentadora que esto. Muchísimo más atractiva que llamar a su puerta.

Podía fingir demencia y decirle a los otros socios que él no estaba en su oficina.

Esa sí que era una idea brillante.

Un ruidoso gemido me sacó de mi ensoñación donde ponía mi mejor cara de desconcierto en la sala de juntas y me limitaba a volver a mi cómodo escritorio para mirar el centenar de correos que esperaban por ser abiertos. ¿Es que él no tenía una maldita casa en la que pudiera coger? ¿O solo creía que su oficina cumplía también la función de habitación de motel?

Respiré profundo, llenándome de valor para golpear a la puerta, y miré el reloj en mi muñeca. Faltaban un par de minutos para que iniciara la reunión, en el peor de los casos me ganaba otra de sus hirientes quejas por mi trabajo.

La vida es más difícil de lo que pareciera.

Exhalé con cansancio y sacudí la cabeza antes de golpear la puerta dos veces, con la suficiente fuerza para que le llegara el sonido por sobre los gemidos. De todas formas iba a enfadarse por cualquier cosa y prefería que fuera por haberle interrumpido una sesión de sexo que por haberlo dejado llegar tarde a una reunión de la mesa directiva, había que saber elegir mis batallas.

—Lo esperan en la sala de juntas, señor Ward—casi grite aquello cuando los gemidos se detuvieron—. Hoy es la reunión mensual con la junta directiva.

No me quedé a esperar una respuesta, bastante grosera como era habitual, y corrí de vuelta a la sala de juntas. Ya sabía que iba a retrasarse un poco y era mejor que los demás tuvieran conocimiento de ello.

Llamé a la puerta de vidrio y la abrí solo cuando la amable señora Berman me ofreció una sonrisa y un asentimiento. ¿Por qué Axel Ward no podía ser como ella?

—El señor Ward viene en camino—informé—, ¿Necesitan algo más?

—No—Carl D'angelo me ofreció una mirada cálida—, ¿Axel te ha dicho porque tarda tanto?

El señor D'angelo era el socio que menos veía por esta oficina, solo una vez al mes, ya que él se encargaba de toda la región europea desde su oficina en Italia. Me gustaba muchísimo escucharlo hablar por su elegante acento y porque nunca me hablaba de mala manera.

—Estaba—dudé un momento, momento que el señor Miller aprovechó para lanzarme una mirada burlona—atendiendo un asunto importante.

El señor Le'Blanc asintió comprensivo mientras que Jared Miller parecía a punto de soltar una carcajada. Él era el único en esa habitación que sabía la clase de "asuntos importantes" que se encargaba de tratar el señor Ward.

Por otro lado, el señor Miller era bastante divertido y era fácil hablar con él. Se comportaba como si tuviera la edad de un adolescente cuando no trataba temas importantes y siempre estaba bromeando sobre lo que era ser la asistente de Axel. Cosa que hacía incluso más llevadero el irritante humor de ese insufrible ser humano.

—Mi hermana no tarda en llegar—me informó el señor Miller con diversión—, por favor distráela mientras que nuestro ocupado socio llega.

Asentí aprontando los labios para no sonreír. Me despedí con la mano y me alejé de la puerta para ir a mi hermoso escritorio junto al ascensor, que era algo temporal mientras podía volver a mi oficina.

Cuanto te odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora