☏ 23: Lluvia ☏

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☏ AXEL WARD ☏

Apreté de nuevo el volante cuando un escalofrío me recorrió el cuerpo entero para concentrarse en mi entrepierna. No dejaba de pensar en ese beso.

Dios. Había sido como un hubiera bajado un trozo de sol y me lo hubiera puesto en el pecho, había sido un solo momento mucho más tierno de lo que habría sido si hubiera tenido tiempo de poner mi mano sobre su nuca para que no fuese a apartarse hasta que me saciara de su boca.

Algo que no iba a pasar nunca.

Las manos me hormigueaban solo de recordarlo, la calidez de su boca contra la mía y su respiración acariciándome la mejilla. No merecía nada tan bueno pero no quería soltarla.

No podría hacerlo nunca.

Ni siquiera había intentado hacer nada al respecto, sabía que como él me viera diría que era patética la forma en que dejaba que ella me controlara como si no fuera más que un títere dominado bajo sus hilos, pero no me importaba. Había aceptado mucho tiempo atrás que ella tenía un poder sobre mí que me había arrancado a la fuerza.

O que a lo mejor yo le había cedido con gusto.

Aun así, solo quería… necesitaba un poco más. Un beso más, un segundo más de sus labios contra los míos mientras que sus ojos dorados como el mismo sol me dedicaban esa mirada brillosa que había visto esa tarde en la oficina luego de besarla con todas las ganas de meses reprimidos.

No podía dejar de pensar en ella, en ninguno de esos momentos, de todos esos roces que habíamos compartidos y sabía que podía arrodillarme a suplicarle uno más. Solo uno.

—Axel.

Su voz baja y dudosa me hizo volver a centrarme en la realidad, algo que no había podido hacer los últimos cuarenta minutos de camino porque no dejaba de volver atrás, a su corto roce, a su olor dulce envolviéndome como una serpiente que sabía que tenía dominado a un pobre y pequeño ratón.

—¿Qué pasa?—apreté un poco más el volante—, ¿Quieres comer algo?

—Está lloviendo—murmuró con cierto temor.

La miré apenas de reojo y tuve que recordarme que estaba conduciendo para no volver la cabeza de lleno para ver como la luces del auto apenas iluminaban su rostro porque incluso así se veía hermosa.

Siempre lucía hermosa.

—Ya lo sé—traté de sonar divertido mientras controlaba las ganas que tenía de detenerme para pedirle que volviera a besarme antes de volverme completamente loco—, ¿Pasa algo con la lluvia?

Apenas podía pensar en nada que no fuera su aroma grabándose en cada centímetro del auto y tenerla tan cerca no ayudaba. Menos cuando había llegado a encerrarme en el recuerdo de la oficina, dios, apenas podía pensar en nada cada vez que ella entraba y de nuevo recordaba la sensación de la calidez de su boca, lo húmeda y perfecta que se sentía, que solo me hizo querer saber su cada parte de su cuerpo era igual.

Y tenía la seguridad de que así era.

—No—habló de nuevo, su voz suave me hizo estremecer de solo pensar en escucharla en mi oído, jadeando—. Pero la lluvia es muy fuerte.

Aunque hubiera escuchado cada palabra mi mente solo la ignoró por las imágenes que estaba creando. Necesitaba dejar de pensar en ella de una maldita vez, al menos hasta que pudiera dejarla en su casa antes de hundirme en el autodesprecio que me generaban imaginarla a ella sobre mí, debajo, a mi lado, sobre mi cama mientras que sus ojos mieles era todo lo que podía ver mientras le hacía absolutamente todo.

Cuanto te odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora