Durante todo el viaje, desde la salida del hotel hasta el avión, yo no había sido capaz de decir palabra. Nada. Axel fue quien habló con Alicia cuando había salido de mi habitación con la maleta, lo que le dijo fue algo que no me interesó tratar de escuchar sobre el zumbido en mis oídos.
No supe cómo se las arregló para conseguirnos un asiento en el avión pero tampoco le puse mayor interés. Ni a que estuviera en una silla mucho más cómoda y amplia que en la que había llegado o que él se hubiera sentado a mi lado sujetándome de la mano todo el viaje.
En mi mente no hubo nada durante las siguientes horas que no fueran las palabras de Jenna repitiéndose una y otra vez.
No debería haberla dejado convencerme de irme porque ni siquiera había querido venir a este ridículo viaje. Le había prometido que nunca me alejaría, que estaría a su lado en cada momento de su recuperación, que la acompañaría y cuando ella más me necesitaba yo no había estado.
No había estado y por eso estuve a punto de perderla.
Le había fallado cuando ella más me necesitaba. Había dejado que me lanzara a un lado y fue por eso que no más allá de las sonrisa que me ofrecía, había estado tan cegada por Axel que no vi lo inusual de que ella no me hubiera contado lo que iba a hacer en casa y cuando lo supe debí haber vuelto para asegurarme de que no hubiera sido demasiado para ella.
En lugar de eso, estuve en los brazos de Axel dejando que me llenara de felicidad mientras que mamá caía sola en un pozo de oscuridad.
Era mi culpa.
Nada de esto hubiera pasado si yo hubiera salido de la bruma de la felicidad para preocuparme un poco por la mujer que me necesitaba, a la que había abandonado sin dudarlo un solo segundo.
Era despreciable.
El corazón se me aceleró con violencia cuando el avión aterrizó. Necesitaba llegara de inmediato a donde ella estaba, asegurarme de que estaría bien y pedirle perdón por haberle fallado de esa manera. Algo que me aseguraría de no repetir.
—Ven—dijo Axel llevándonos fuera del aeropuerto, con una de sus manos sujetando nuestras maletas mientras que la otra se mantenía presionada en mi espalda—. El auto está esperando para llevarnos.
Me sentía en una especie de transe en la que la única cosa relevante era la culpa y el temor que me latían en el pecho. Todo lo demás pasaba como una imagen borrosa mientras que me dejaba guiar como una muñeca sin voluntad.
Cuando entramos al auto, hice aquello que me había pospuesto desde el momento en que entré a mi habitación para guardar las cosas que había traído al viaje. La mayoría de ella que me había dado mamá.
Tomé mi celular y lo encendí para ver el montón de llamadas que me había hecho la clínica junto a Jenna. Solo había tres mensajes de voz y no dude en escucharlos.
Merecía torturarme luego de haberme olvidado por un momento de aquella persona que debería de estar siempre presente en mi vida.
—Señorita Bein—dijo la voz que reconocí como Kayla, la encargada de la clínica—, le dejo este mensaje con la espera de que nos devuelva la llamada tan pronto como sea posible. Es sobre su madre.
Los ojos se me llenaron de lágrimas pero no hice nada mientras pasaba al siguiente mensaje que era otro de la clínica, el último terminó por romperme el corazón. Era de papá.
—Hola dulzura—tuve que cubrirme la boca con la mano para no soltar un sollozo. Le había quedado mal incluso a él, no había cuidado de mamá—. Te llamo para avisarte que ya llegué a la ciudad, aunque es probable que ahora estés durmiendo y te des cuenta cuando llegue al departamento. No importa, si escuchas el mensaje antes llámame por si hay algo que necesites que lleve al departamento. Te quiero.
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Cuanto te odio
Любовные романыNunca lo había visto tan enojado. Estaba frenético, no parecía él mismo, y tuve que improvisar para tranquilizarlo. Solo eso. ¿Qué tan malo podía ser detener su destrucción de una oficina, que yo luego tendría que limpiar, con un beso? BORRADOR SIN...