París fue maravilloso. Visitamos lugares que solo había visto en fotografías, la torre Eiffel y restaurantes que me hicieron sentir como si sudara gotas de oro.
Axel también se portó maravilloso, amable y dulce cada vez que poníamos un pie en la calle pero al volver a la habitación parecía un hombre que hubiera pasado un año entero en el desierto por completo solo y yo fuera la única mujer que se hubiera cruzado en su vida.
Fue por eso que cuando llegamos de vuelta a Nueva York me dolía el cuerpo entero pero nunca me había sentido más feliz. Incluso con todo el trabajo que me esperaba en la oficina me era imposible contener la sonrisa. Aunque ya no pudimos pasar mucho tiempo juntos, con la llegada de las fiestas fue casi imposible, ya que él tenía varias reuniones a las que asistir y yo estaba encargándome de todo lo relacionado con el trabajo de Alicia.
Había cientos de envíos retrasados, quejas que no dejaban de llegar, era una completa mierda pero eso me pasaba por haber cambiado mis vacaciones. Y como si no tuviera suficiente esta misma tarde iban a reunirse virtualmente los socios de la empresa para discutir respecto a la salida de Jared y como procederían las cosas ahora que no había nadie cubriendo su lugar.
Ya sabía yo que iba a ser una batalla campal esa sala de juntas por lo que me había encargado de reunir para Alicia toda la información que necesitaría para poner algo de paz cuando comenzaran a lanzarse ataques, mientras me decía que mañana descansaría cuando estuviera en casa de papá.
Porque sí, mañana era navidad.
Cuando salí de mi oficina para llevarle la carpeta a Alicia, me golpeé con la última persona que me hubiera esperado ver.
—Lo lamento, Tayra—se disculpó el hombre, sujetándome de los hombros para que no fuera a caer—, ¿Te encuentras bien?
Me estabilicé luego del fuerte golpe y el hombre me soltó. Miré sus ojos claros con sorpresa porque no estaba ni enterada de que fuese a venir.
—Lo estoy—aseguré de inmediato—, y no fue culpa suya, señor Berman.
El amable hombre me sonrió antes de que alguien moviera de su mano. Tyson estaba a su lado y me ofreció una sonrisa junto a un efusivo movimiento de mano como saludo. Le sonreí.
—¿Vienen a ver a la señora Berman?—pregunté algo confusa—, ¿Pasó algo?
—No, no te preocupes. La idea es ir a almorzar juntos—me respondió el señor Berman con amabilidad—, las últimas semanas se las ha pasado más aquí que en casa.
Lo que era verdad. Ni siquiera había podido ir a despedir a Jenna al aeropuerto antes de que se fuera con sus padres, lo único que evitaba que me sintiera sola era que había dejado a Scotty luego de que este se negara a meterse en la jaula para viajar.
Iba a decir algo cuando se escuchó algo romperse. Ambos giramos la cabeza hacía la puerta al final del pasillo que estaba cerrada y con una cinta rosa en la perilla.
Mierda.
La temperatura del cuerpo se me bajó con violencia y giré la cabeza hacía el señor Berman que fruncía un poco el ceño. Tyson tiró de la mano de su padre para llamar su atención.
—¿Eso fue mamá?—preguntó con curiosidad.
—Eso parece—murmuró con preocupación el señor Berman—, vamos a ver—
Se silenció a si mismo cuando me interpuse en su camino, no tenía sentido tratar de ocultar algo que estaba por reventarnos en la cara a ambas pero nadie podía decir que no lo había intentado.
—Tayra, necesito pasar.
No sabía ni siquiera que decirle, ¿Qué podía inventar que borrará la mirada de confusión en su rostro? ¿Qué podía decir para que él no intentara entrar a esa oficina?
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Cuanto te odio
Любовные романыNunca lo había visto tan enojado. Estaba frenético, no parecía él mismo, y tuve que improvisar para tranquilizarlo. Solo eso. ¿Qué tan malo podía ser detener su destrucción de una oficina, que yo luego tendría que limpiar, con un beso? BORRADOR SIN...