Uno y Uno

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Ciudad Algaria consistía en una gran isla al este de ciudad Calagua. Para llegar ahí, había que atravesar la ruta 124. Era una ciudad pacífica, y en varias zonas parecía más un pueblo que una ciudad, por sus caminos llenos de pasto y calles anchas, sin mucho tráfico. No tenía muchas atracciones, salvo por el centro espacial y el gimnasio.

El gimnasio pokemon era bastante especial, pues solo admitía aprendices con habilidades psíquicas entre sus filas. Era sabido que varias de las más fuertes mentes de Hoenn se fabricaban en aquel lugar, y por eso sus líderes eran bastante temidos.

Pero cierto día, desde la puerta del público apareció un sujeto envuelto en una capa vieja y sucia, con un parche en el ojo que apenas se le notaba por el sombrero sobre su cabeza. El hombre atravesó las estatuas tradicionales de pokemon en la entrada y avanzó hacia los aprendices de médium, que en ese momento practicaban haciendo levitar pokebolas con sus mentes. A Ruby le habría encantado quedarse a admirarlos, pero tenía una misión que cumplir.

Los aprendices lo vieron aproximarse y se prepararon para el combate. Ambos sujetaron sus pokebolas con las manos. Entonces Ruby se quitó el sombrero para revelar su cara. El resto de Pokemon Gijinka apareció detrás de él, listos para luchar.

—¡Ah!— exclamó uno de los médium, mientras bajaba su guardia, aparentemente sorprendido— ¡Tú debes ser Ruby, el pirómano!

El muchacho se extrañó de esta reacción en vez de la usual batalla de tres segundos, por lo que detuvo a sus amigos con el gesto de un brazo.

—Sí, lo soy.

El otro médium también se relajó, e incluso se apartó para seguir con su entrenamiento, como si la presencia de un grupo terrorista no le afectara en lo más mínimo.

—Los maestros nos han pedido que te llevemos con ellos— le explicó el primer entrenador, un sujeto delgado y de cabello oscuro peinado hacia atrás. Mantenía los ojos cerrados y hablaba con un tono suave— Por favor, nos harías un gran favor si evitas matar a alguien o causar mayores destrozos.

Ruby también se relajó, curioso. Miró a sus compañeros, quienes tampoco parecían entender muy bien lo que pasaba.

—¿Con tus maestros te refieres a los líderes de este gimnasio?— preguntó.

—Exactamente— contestó el médium— Por aquí, por favor.

Después de una corta reverencia, el médium dio media vuelta y se dirigió hacia un círculo en el suelo, donde desapareció. Los miembros de Pokemon Gijinka no pudieron ocultar su sorpresa al verlo desvanecerse en el aire.

—¡¿Qué ocurrió?!— exclamó Ruby.

—Debe ser una especie de plataforma teletransportadora— dedujo Brainy— Es raro que yo diga esto, pero no detecto hostilidad de parte de esta gente. Quizás... ¿Deberíamos seguirles el juego?

Miró a los demás, mas todos se encogieron de hombros.

—Seguirles el juego es lo que haremos— se decidió Ruby— Pero eso no quiere decir que bajemos la guardia. Todos permanezcan alerta hasta próximo aviso. Smoky, Brainy, Fiercy, ustedes me acompañan. Los demás a sus pokebolas.

Los pokemon asintieron, y todos los que no fueron nombrados regresaron a sus cápsulas. Ruby les dedicó una última mirada a su escolta, comprobando que estuvieran listos para lo que fuera. Acto seguido, los cuatro se posaron en la plataforma, y al hacerlo fueron teletransportados hacia otra habitación.

Se vieron a sí mismos en una plataforma octogonal de color negro, con finos gravados. La plataforma parecía flotar en medio de un abismo negro, desde el cual surgían, a lo lejos, grandes montañas empinadas. Era como entrar a otra dimensión.

Esclavos de HoennDonde viven las historias. Descúbrelo ahora