¿Confías en Jirachi?

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Sunny y su equipo se encontraban caminando por la ruta 111, al norte de ciudad Malvalona. En su viaje había arrasado con pueblos pequeños y había incinerado vivos a entrenadores con la mala suerte de encontrarse con él.

Desde la distancia podía ver los grandes edificios de Malvalona, con cada paso que daba se le ocurría otra idea para destruir aun más la ciudad, sin embargo eso no iría a ocurrir.

De pronto, y para su sorpresa, un brillante rayo rojo iluminó la noche estrellada. Sunny y sus compañeros levantaron la mirada, curiosos.

—Una estrella fugaz— comentó Sunny, sonriente. De inmediato pidió el deseo en su mente de ver a Ruby agonizar por horas antes de matarlo con sus propias manos.

—Corrección: objeto volador se encuentra dentro de la atmósfera— indicó Regirock

Sunny intentó deducir qué significaba eso, sin mucho éxito.

—¿Entonces?

—Objeto volador corresponde a forma de vida— agregó Regice.

—¿Qué? ¿O sea que eso fue un pokemon?— saltó Sunny.

—Atención: Sujeto volador aproximándose a alarmante velocidad— advirtió Regirock— Iniciando protocolos de seguridad. Prioridad: Proteger al elegido. Iniciando comando de intercepción de proyectil.

Ambos regis se adelantaron a Sunny, se plantaron frente a él y se prepararon para atacar a un punto en el cielo. Fue entonces que el Typhlosion lo vio; un leve brillo rojo se volvió visible, a medida que una figura envuelta en aquella luz se acercaba directamente hacia ellos a tanta velocidad que no sobreviviría al golpe.

—¡IDIOTAS!— exclamó Sunny.

De súbito empujó a ambos regis a los lados, saltó varios metros en el aire y agarró el proyectil rojo con sus manos. Pero por la fuerza que llevaba, su cuerpo impactó contra el suelo y fue arrastrado casi medio kilómetro por la tierra, hundiéndose un par de metros bajo la superficie. Cuando el proyectil se detuvo y el brillo rojo desapareció, los regis corrieron a asistir al elegido.

Se tardaron varios segundos en recorrer todo lo que había hecho el proyectil. Ahí se acercaron al final del tramo marcado en la tierra removida y comenzaron a excavar con sus manos duras hasta que dieron con la cabeza de Sunny.

El pokemon de fuego escupió tierra. Los regis se apresuraron a desenterrar su cuerpo, y al hacerlo se dieron cuenta que no estaba solo; protegida entre sus brazos, una pokemon de cabello blanco y rojo descansaba muy débil. Tenía dos alas delgadas, una de ellas rota.

—Imbéciles— bramó Sunny— ¡Ustedes sabían que era un pokemon! ¡Obviamente necesitaba ayuda! ¡¿Cómo se les ocurre tratar de matarla?!

Los regis se miraron entre sí. Luego, sin decir nada, precedieron a levantar a Sunny desde las axilas para sacarlo del hoyo que había provocado con el golpe. Este depositó a la pokemon sobre el suelo y se desplomó junto a ella. Había absorbido la mayor parte del impacto, y ello no había sido tarea fácil. Sentía un dolor de los mil demonios en la espalda y en un hombro, no le extrañaría haberse roto unos cuantos huesos.

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Flannery se paró al final de la cueva secreta, a la que solo se entraba a través de la oficina de su jefe. Magno, a unos cuantos metros de ella, miró en silencio mientras el proyector se encendía a la hora indicada. En la pared de la cueva apareció la cara de Jirachi.

—¡Saludos, comandante Flannery!— exclamó el señor Jirachi, con el mismo fondo blanco y traje formal de antes— ¿Hay algún deseo que quisiera pedir?

Esclavos de HoennDonde viven las historias. Descúbrelo ahora