Terminemos la Misión

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De pronto despertó. El ruido de la alarma inundaba su pieza, molestando. Rubí se levantó de a poco, sorprendido. Luego miró su reloj, su habitación, su cama, su cuerpo, y todo volvió de golpe. Él no era Ruby, el pirómano, el líder de Pokemon Gijinka y héroe de los pokemon; era Rubí, un niño normal... uno que tenía que levantarse para ir al colegio.

El muchacho se puso de pie, se duchó, se vistió y bajó a tomar desayuno. Ahí se encontró con su mamá y su padrastro, y como todos los días, se sirvió algo de té con leche y miró en el refrigerador qué había para echarle al pan. Sus dos ojos se posaron en el jamón.

—Claro, ayer compramos jamón— se dijo, y procedió a tomar una lámina para echarla sobre su tostada y masticarla a grandes mordiscos.

Luego intercambió un par de palabras con ambos adultos, se fue a lavar los dientes y más tarde partió hacia el colegio. Cuando salió de su casa estaba amaneciendo.

Rubí se tomó un momento para mirar el cielo multicolor ---junto a ellos---, pero al hacerlo no sintió nada especial. Un tanto desilusionado, siguió su camino.

El viaje hasta el colegio fue largo y cansador, como siempre. Gente viniendo, gente saliendo, caminar para acá, cuidado de no chocar con la vieja en medio del camino.

En su colegio el día transcurrió como cualquier otro. Rubí se saludó con sus amigos, aquellos amigos con los que no se sentía particularmente feliz, pero que necesitaba para refugiarse de las miradas de los demás, de estar solo, de sí mismo.

En el receso sacó su Game Boy Advance de la mochila y comenzó a jugar en su puesto de la sala. Un cartucho de pokemon estaba incrustado.

—¿Yo puse eso ahí?— se preguntó.

No había traído otros juegos, y tenía bastante tiempo libre, por lo que se encogió de hombros y comenzó una nueva partida.

—¿Eres chico o chica?— preguntó el profesor Birch.

Rubí no pudo evitar sonreír, se preguntaba cómo sería en el mundo de pokemon, qué tenían en la cabeza los profesores, que siempre le preguntaban eso al jugador ---o morían---.

—Chico, creo— bromeó para sí, y luego de un rato de apretar el botón "A" como loco, hizo su segunda elección— Me llamo R U B Y, "Ruby".

Y luego de apretar más veces el botón "A", eligió a su primer compañero: Torchic, a quien llamó "Mr. Smoky"

Inmediatamente entabló su primera batalla pokemon, o al menos la primera de aquella partida. Ganó, el profesor Birch le agradeció, y después de otras formalidades, su rival apareció en la ruta 103, lista para pelear con el pokemon que tenía ventaja sobre su Torchic. Se llamaba Aura y decía cosas bonitas como "tú y tus pokemon serán los mejores amigos", pero en el fondo Rubí sabía que ella lo odiaba en secreto, y él la odiaba, y le gustaba odiarla, porque eso era lo que los rivales hacían.

El receso se acabó más pronto de lo que habría querido, pero eso no lo detuvo por mucho. Rubí no tenía amigos, así que le dedicaba todo su tiempo a los videojuegos. En su casa continuó jugando, y pronto capturó a una linda Poochyena y luego a una adorable Ralts. Así su aventura partió como un cohete; venció líderes de gimnasio, capturó a sus pokemon favoritos y derrotó a cada uno de los entrenadores que se le cruzaron por el camino, y luego de veintitantas horas de juego, aplastó al Alto Mando y a Máximo Peñas con sus poderosos amigos.

—Toma eso, pedazo de calculadora hiperdesarrollada— le dijo al Metagross, cuando su Blaziken lo debilitó con una Patada Ígnea.

Después de eso se convirtió en el campeón, y se dedicó a seguir combatiendo y explorando las distintas rutas de Hoenn, en busca de nuevos pokemon para capturar. Nunca había completado la pokedex nacional, pero quería intentarlo al menos una vez.

Esclavos de HoennDonde viven las historias. Descúbrelo ahora