VII

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Volar siempre tenia en mi un efecto muy relajante.

Sentir el viento en mi pelo, el silbido del aire contra mis oídos y la frescura del aire en mis pulmones.

Me sentía libre, y era una sensación casi tan liberadora como la que sentía al transformarme en loba y correr por el bosque.

Recuerdo el día que el tío Harry nos enseñó a Albus y a mi a montar en escoba por primera vez. "Sigo pensando que es mejor que los enseñen en la escuela, Harry, ¿no crees que será más seguro?"

Sin embargo, Albus y yo ya estábamos haciendo carreras a más de 5 metros del suelo.

-¡Charlotte! ¡Deberíamos bajar a cenar! ¡Está empezando a oscurecer!

Desperté de mi ensoñación cuando Albus me llamó y fui consciente de que en realidad no había comido nada en todo el día y me moría de hambre.

Me incline hacia delante sobre el palo de mi escoba y empecé a descender lentamente, saboreando los últimos momentos de aquella sensación tan embriagadora.

-A veces pienso que podrías quedar horas y horas volando y que te olvidarías hasta de comer.

-A veces pienso que podría. -contesté ensoñadoramente a mi primo. Mientras íbamos camino a los vestuarios.

Me volví a cepillar el pelo con los dedos mientras íbamos al gran comedor, para después empezar a trenzarlo.

-¿Donde está Scorpius? ¿Puedes localizarlo?

-¿Acaso ahora soy un perro de caza?

-Algo así. Vamos. ¿Está ya en el gran comedor? Usa esos súper sentidos tuyos.

Rodé los ojos y me centré en los sonidos que había a mi alrededor. Intenté escuchar la voz de Scorpius entre los muros del castillo pero me fue imposible. Olfateé un poco (intentando disimular tanto como pudiera) pero su colonia tampoco estaba dentro de mi capacidad.

-Nada, no soy capaz de saber dónde está. Si estuviera en el Gran Comedor lo olería, al menos. Quizá siga en la oficina de su padre.

-¿Sabes? Creo que el señor Malfoy se hace el duro. Mi padre dice que siempre ha sido así, pero que en el fondo es bueno y que todo lo malo que hizo en su pasado es fruto de la pésima educación que le dieron sus padres.

Me encongí de hombros.

-La verdad, lo que hiciera en su pasado me da igual. Solo espero de él que sea un buen tutor para mi. Y un buen padre para Scorpius, claro.

Atravesamos las grandes puertas de madera del gran comedor y nos sentamos en una zona cerca del lugar y ya estaban sentados allí la mayoría de los profesores y alumnos sentados, listos para comenzar la cena, pero no el señor Malfoy ni Scorpius estaban allí.

-¡Tenías razón! No están aquí.

-¿Por qué no la tendría? Están de camino, de hecho. Acabo de escuchar a Scorpius decirle a su padre que si no se daban prisas le quitaría su ración de patatas com bechamel y queso. Te juro que voy a matarle.

Albus se rió.

-¡Pero si no miente!

-¡Pero ahora su padre pensará que soy una glotona!

-¿Por qué te importa lo que piense el señor Malfoy?

-Eh...

No me dio tiempo a contestar (casi que ni a pensar una respuesta) porque en ese momento el pelo rubio de Scorpius entraba rápido, seguido de su padre, que como siempre iba con la espalda recta, con la afilada barbilla ligeramente levantada y el traje de raya diplomática negro que llevaba todos los días. Sus ojos grises se pusieron rápidamente sobre mí y yo miré a su hijo para disimular que me había quedado embobada mirándole.

Amor veneno - DRACO MALFOYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora