PETE

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-Macau ¿Cuantas veces te he dicho que dejes la ropa sucia en el cesto?- se paro frente al televisor interfiriendo la señal con el control del videojuego.

-Si, si, ya lo se. Lo siento, pero quítate, voy a perder pa- se movió de un lado al otro buscando la pantalla.

-No, vas recoger ahora- se acerco a quitarle el control apagando la televisión.

-¡¡No!!- Macau se puso de pie de malas rodando los ojos- Me hiciste perder mi juego-

-No señorito, fue tu culpa por no hacer lo que te pido. Voy a ir al supermercado con tu hermano y cuando regrese quiero esta habitación más decente- dejo el control en la cama para después salir de ahí.

-Vámonos Venice- le dijo al pequeño que veía televisión en la sala.

-Si papi- presiono el botón rojo apagando el aparato y tomo la mano del pequeño junto con las llaves del auto.

Era sábado, día de lavar pero las compras se acababan muy rápido así que primero iría al supermercado. Todos los chicos en esa casa comían como si no hubiera un mañana.

La empresa del padre de Vegas ahora era manejada, sopresivamente, por Ken como director y Tawan como vicepresidente, con algún asesoramiento por parte de Vegas de vez en cuando. Por su parte su esposo había puesto un segundo hostal en otra propiedad cercana al primero, una vez que ambos tenían renombre e influencia, hicieron la venta de acciones quedando cada hombre como único dueño individual, de cada uno, quedando Vegas como titular del segundo. De eso ya habían pasado un par de años, ahora tenia consolidado más servicios, ampliado el lugar y según recordaba Pete tenia pensado abrir una cafetería en algún momento pronto. En resumen, su estabilidad económica no tenia problemas.

Los problemas eran con sus hijos en casa, Macau rondaba los 12 años, una edad peligrosa si le preguntan a Pete. Se creía un jovencito ya grande pero seguía siendo un niño en el fondo y hacia rabietas a ratos. Así que no sabia como tratarlo realmente.

-¡Pa!- lo llamo su hijo más grande antes de encender el auto.

-¿Necesitas algo?- preguntó.

-¿Puedes traer donas glaseadas de la tienda del abuelo?- ahí estaba el pequeño Macau con una expresión más tierna pidiendo su postre favorito.

-Bien, pero quiero limpio ese cuarto- encendió el auto dirigiendose al supermercado.

-Quiero pan de limón papi- escucho la vocesita en el asiento trasero.

-Es pay, mi amor, PAY- le corrigió.

-Si, eso, eso..-asintio emocionado el pequeño.

-Compraremos en el supermercado, descuida-

El otro problema con sus hijos era Venice, amaba a su pequeño, era un sol para ellos, pero no tan obediente como Macau a los seis años. Este niño era más rebelde, se escondía, hacia travesuras, casi tenían que ponerle una correa porque le gustaba salir corriendo a todos lados. Tenia mucha energía. Aun así Pete se las arreglaba para controlarlo, se preguntaba si así era de complicado lidiar con él mismo de pequeño. Sabia que había sido un niño inquieto pero no pensó que lo pagaría así algún día.

Su padre espero casi un año antes de intentar visitarlos, iban recurrentemente a la tienda de él sin decirle nada, hasta que un día llamo para preguntar si podía ir a verlos. En ese entonces Macau aun era pequeño y Venice seguía siendo un bebé así que solo quedo como que el abuelo estuvo trabajando mucho y por eso no podía ir a verlos antes. Ambos lo aceptaron muy rápido en sus vidas, sobre todo por la cantidad de donas glaseadas gratis.

Llego al supermercado bajando su bolsa en un hombro con la cartera y abriendo la puerta para tomar de la mano con fuerza a Venice.

-No, no. Ni creas que te voy a soltar- lo jaló un poco en cuanto el menor intento salir corriendo a la puerta del supermercado.

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