- ¿alguna vez te haz preguntado que diferencia la alegría de la felicidad? - preguntó aquella vez. siendo curioso, apasionado y único, como siempre lo sabía ser.
- no realmente - murmuró, admirandolo como la más preciosa joya o la mejor bendición...
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Ya era sábado por el atardecer, para cuando todo mundo se suponía iba alistandose para irse de fiesta, despidiendo las clases y dando bienvenida a unas refrescantes vacaciones de primavera.
En las cuales... Ao'nung planeaba empezar su viaje con Neteyam, antes de empezar con algún tratamiento para su leucemia.
Estaba emocionado por ello, y no había mejor forma de prepararse para un viaje que una fiesta a todo dar.
Una, donde Neteyam estaría
La fiesta se estaría dando en una tremenda mansión de gran tamaño, cercana a la zona donde vivía al ser de la misma clase. Porque, claro, tener una madre jodidamente millonaria no era cosa de broma. Por lo que no era difícil decir que una de las mansiones que había en el sitio era la suya.
Al estar relativamente cerca (tanto Tsireya como él por vivir en el mismo lugar), iban a esperar hasta que se diera la noche para salir, tomándose su tiempo para vestirse o demás.
Los hermanos Sully, Rotxo y ese chico... Spider, ya iban a ir por su propio lado, puesto que todo estaba cercano a la universidad por la zona y no había necesidad de pasar por ninguno.
Lastima, porque él hubiera deseado ir por Neteyam, para ser el primero que lo vea en lo que sea que se fuese a poner...
No podía esperar por que empezará el evento.
Reya se tomó la libertad de vestirlo aquella vez, alegando, que quería elegirle su ropa al menos una vez (ya que esta sabía de que se iría de viaje después), así que la dejo.
Se visualizo unas cuantas veces a sí mismo en el espejo, preguntándose por primera vez en su corta vida... si a la persona que le traía loco, le iba a gustar como iba.
Tal vez estaba demasiado enamorado... pero no lo podían culpar por ello. Neteyam era un jodido cielo.
Espero impaciente hasta que la noche llegó, saliendo en compañía de su hermanita, quien (tenía que decirlo aunque fuera o no su hermano), se veía más que espléndida, como toda la reina que era.
Sin presumir, pero tenía a la mujer más hermosa del mundo como hermanita.
Pronto empezaron a escuchar música resonando por todo el vecindario, al igual que veían como todos los universitarios se metían a la enorme mansión, pareciendo casimente la bendita casa Blanca.
