•○𓇬 Olimpiadas 𓇬○•

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Ao'nung gruñía molesto y con ganas de arrancarse la existencia

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Ao'nung gruñía molesto y con ganas de arrancarse la existencia.

Habían exámenes a la vuelta de la esquina, siendo que terminaba el mes en unos 10 días... así que debía de ponerse a estudiar los fines de semana a tope, por sentirse orgulloso de sí mismo al tener buenas calificaciones.

Pero había un problema, chiquito

── pajarito, mi cabello, no es un nido de aves ── expresó con disgusto hacia Kateye, quien últimamente le andaba acompañando a él.

Resultaba que el morenito no podía llevárselo a su casa casi nunca, así que. ¿A quien le tocaba cuidar del piojo?

Al idiota, claro que si.

── ¡Hermano!, vístete ── exigió Reya entrando de repente en su habitación, causando que el pichón de gorrión se escondiera en su cabello suelto ── ¿acabó de ver un...? ── señaló esta con confusión, bajandole a sus emociones extremas mientras se acercaba a él.

── No ── le interrumpió, indispuesto a contarle de la existencia del pequeño Kateye ── ¿para que debería vestirme?, es sábado ── se quejó, arrastrando la silla de su escritorio hacia atrás para ir a acostarse.

── Porque vendrás conmigo a unas olimpiadas ── contestó esta con emoción, antes de ponerse intrusa y revisar su armario a gusto ── Lo'ak me ha invitado y dijo que- ── intento esta decir, antes de que suspirara con queja.

── no pienso ir contigo a tu cita ── contestó al instante, sin dejarla terminar. Tsireya se cruzó de brazos y le miró mal ── no hay nada en este mundo que me haga ir contigo y tu noviecito un sábado a unas olim- ── fue a decir, siendo interrumpido también.

── dijo que su hermano te invitó también ── terminó esta por decir, obligándose a mirarle con sorpresa y perdiendo su mal humor.

¿Ojitos bonitos, invitándolo a algo?

── muy bien, iré ── murmuró después, cambiando de parecer por completo antes de bajar a Kateye de su cabello y esconderlo en una calceta. Su calceta favorita ── pero no usaré eso ── señaló en cuanto vio como esta sacaba una camisa formal, armando un puchero en cuanto la detuvo ── ni de coña. Ni lo sueñes ── puntualizó, caminando hasta donde estaba ella para arrebatarle la ropa de la mano. Elegiría que ponerse por si mismo.

── estas desaprovechando la belleza ── se quejó Reya, antes de caminar por el cuarto ── ¡lo sabía! ── grito de repente, antes de encontrar a Kateye y que tuviera que empezarle a discutir del porqué no debía tocarlo, o mirarlo siquiera.

Después de Ti Donde viven las historias. Descúbrelo ahora