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—Te tocaré, ¿sí? —me avisa antes de deslizar su dedo por mi vagina y suelto un alto gemido mientras arqueo la espalda por lo delicioso que se sintió eso —Mierda. Debes estar más mojada que yo. Te sientes muy bien.

Cierro los ojos al sentir sus dedos volver a deslizarse por ese punto débil que no sabía cómo me daba todas estas sensaciones. Se me empieza a acelerar el corazón y una oleada de electricidad recorre ese punto donde me está acariciando María hasta la punta de mis pies.

—Esto es lo que te da todas estas sensaciones —mueve su dedo hacia otro lugar y cierro mis ojos con más fuerza al sentir la calidez de su dedo presionarme más en esa zona —, se llama  clítoris y agradece que exista. De ahí viene la mayoría de nuestro placer. ¿Te gusta?

Siento sus dedos moverse lentamente en círculo y arqueo varias veces mi espalda, trato de dejar hacerlo, pero me es imposible. Juega con mis jugos y los usa para estimular las otras zonas aunque por lo mojada que estoy creo que estoy lo suficientemente excitada que no lo necesito.

—Quiero... que ambas lo hagamos —le quito la mano con pesar aún con el delicioso trabajo que ella estaba asiendo —. Hagámoslo como antes. Yo también te quiero escuchar —miro hacia abajo y reúno mi coraje y la acomodo mejor entre mis piernas robándole un jadeo inesperado.

—¿Me quieres escuchar? —asiento con la cara ardiéndome —No tengas pena, así me gustas, mandona —se remueve en círculos y abro la boca dejando escapar un fuerte suspiro. Nuestros jugos uniéndose en uno sólo.

Sentir carne contra carne era lo mejor. De esto me perdí en parte de mi adolescencia. ¿Por esto a las chicas les gustaba tanto el sexo? Ahora las entiendo un poco.

La agarro de las caderas y la muevo sobre mí de la manera que más me gusta: en círculos.

—Sigue así —exclama María y cierro los ojos disfrutando de todas las sensaciones —. Valentina... ¡mierda! ¿No eras novata en esto? —habla entre jadeos tratando de mirarme sin que cierra los ojos por el placer.

—Soy novata.

—Como que te mueves mejor que... —se calla un momento y dejo pasar lo que ha dicho.

Sin avisarme se dirige hacia mis pechos y los empieza a chupar como una paleta.

—¡Ah! —me tapo mi propia boca al dejar escapar un gran gemido.

—Gime para mí. Que se jodan los otros, deja que sepan lo bien que lo estás pasando conmigo —vuelvo a soltar otro gemido cuando muerde levemente mi pezón.

Me hace recordarme de que ella también quiere que la toque y aprieto sus senos jugando con ellos y con su pezón.

—Tócame. Hazlo, Val —me llama en modo de súplica y la alejo de mí para adueñarme de sus senos. Le dejo chupetes, chupándola desde todos los ángulos —Mierda Valentina eres... — suelta otro jadeo cuando la hago moverse más rápido sobre mí —muy buena.

Se agarra de mis hombros para agarrar más impulso e ir más rápido. En el auto sólo se escuchaban gemidos, maldiciones y el sonido de nuestra piel chocando.

La sensación se estaba intensificando cada vez y yo quería más.

—Me voy a venir ya —ella tira su cabeza hacia atrás y suelta varios gemidos para mí. Se muerde fuerte el labio y me dieron ganas de querer besarla y que yo se lo mordiese.

Escucho el sonido de unas sirenas a lo lejos, pero no le pongo mente. Sigo guiando a María a seguir cada vez más rápido mientras nuestras voces se  entrecortan y no podemos argumentar más palabras. Los gemidos y las pieles chocando se escuchaban cada vez más y también las sirenas; disminuyo la velocidad cuando las escucho más cerca de nosotras.

Viviendo En Mentiras ( EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora