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Todas las personas a mi alrededor bailanban en pareja al son de un balls menos yo, varias de estas chocan contra mí y me aparto por inercia. Busco con mi mirada la salida y cuando la encuentro camino hacia ella. Abro la puerta y un aire helado choca contra mi rostro, la noche era bastante fría, me abrazo tratando de enviarle algo de calor a mi cuerpo.

—¿Muriendo de frío? —Escucho una voz familiar a mis espaldas y volteo.

Trago saliva cuando mis ojos se encuentran con los suyos. El corazón se me acelera cuando la miro.

—María... —asiente.

—Valentina —Me extiende la mano y la agarro un poco indecisa.

—No te había visto, ¿dónde estabas?

—Por ahí —se acerca a mi cuerpo y su cercanía empieza a cobrar efecto sobre mí haciendo que los latidos de mi corazón laten como tambores.

Mis dedos temblaban contra los suyos y sólo me dirige una gentil sonrisa.

—¿Entramos? Está haciendo mucho frío.

—No te irás a ningún lado a menos que yo lo diga —su voz cambia a una mucho más varonil y gruesa, trato de alejarme y me aprieta contra su cuerpo. Siento una gran aflicción, puedo sentir los latidos de mi corazón retumbando en mis oídos hasta que esa escoria me empuja contra un árbol, sentí cómo si mi respiración se ralentiza y mi espalda me dolía tanto que solo pensaba en el gran dolor físico que sentía y no pensaba en defenderme. Por desgracia se me hacía imposible caminar y, como si no fuera poco, de mi espalda empieza a chorrear un liquido; temí que mis vértebras estuvieran rotas porque puedo quedar paralítica.

María ya no estaba por ningún lado, intento moverme y chillo al notar que estoy amarrada contra el árbol.

—¡Ayuda!

—¡Shh! —un hombre sale de la nada y me tapa la boca —. Siempre tú queriendo llamar la atensión. Me levanta el rostro y un escalofrío me recorre todo el cuerpo.

No podía ser él.

Evito su mirada. No quería ver mi reflejo en esos ojos negros como la obsidiana.

Me muestra una sonrisa retorcida y grito contra sus manos cuando empieza a apretarme la garganta.

—¡Cállate maldita imbécil! —me empuja la cabeza hacia atrás y me golpeo fuerte contra el tronco.
Me retuerzo de dolor cuando mi cabeza empieza a palpitar de una manera excesiva —Mereces morir por todo lo que has causado.

De la nada, empieza a echar gasolina sobre mi cuerpo. El líquido grasoso se desliza como una fuente por todo mi cuerpo. Evito respirar por la nariz por el fuerte olor.

—¡Déjame! —me remuevo sin mucho éxito —¡Te lo ruego! No lo hagas — suplico varias veces cuando visualizo el encendedor que tiene en la mano —¡No! Haré lo que sea... —gruesas lágrimas se deslizan por mi rostro empapándome las mejillas —Déjame libre por favor. No lo hagas —sollozo.

—Tus lágrimas no harán que te tenga ni un poquito de pena, así que ahórratelas.

Entre la oscuridad, mi mente y cuerpo se alarman cuando veo el fuego salir del objeto.

—No. No —se acerca con largos pasos hacia mí —¡No! —me desgarro la garganta con mi último grito.

—Nos encontraremos en el infierno Val— me dirige una última sonrisa y mi cerebro aún no lo procesa del todo cuando deja que el encendor caiga sobre mi cuerpo.

Viviendo En Mentiras ( EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora