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Unos minutos después, llegamos a la casa de María.

—Sube a la habitación, Val —me ordena María. Empiezo a subir las escaleras y todo me daba vueltas —. ¿Estás mareada? —me pregunta desde la cocina.

—Sí —le respondo quedándome en el mismo lugar.

María se acerca hacia mí y me agarra de las manos ayudándome a subir cada uno de los escalones.

—Te traje esta pastilla —informa, mirándome mientras me recostaba en la cama —. Quiero que te la bebas.

—Me cambiaré primero —me quito el vestido lentamente —. ¿Me prestas ropa?

María me mira por unos segundos y luego camina hacia el closet; vuelve a salir con una camisa en la mano.

—Toma —me lo extiende y lo agarro poniéndomelo encima del sostén. La camisa me llegaba un poco más abajo de mis muslos.

—Deberías dormir ya —me avisa mirándome con sus ojos azules que a veces sentía que podía ver a través de mí.

—Bueno... —me sobo los ojos cansada y me meto la pastilla a la boca para terminar de bebérmela con agua.

Me volví a sentar en la cama intentando quitarme el sostén, pero en este estado era imposible. Solo sentí  la mirada de María sobre mí y le devuelvo una mirada cansada al no poder sacar mi sostén.

—Qué pésima eres, Lali. Yo me las arreglo mejor que vos y no tengo la ayuda de nadie —da unos pasos hacia mí acercándose con cuidado, se sienta encima mío lo que me sorprendió un poco porque estábamos en una posición muy sexual.

Sentí cómo me subía la camisa lentamente para pasar sus manos dentro de ella y después mirarme a los ojos y mostrarme una sonrisa atrevida. Suelta el sostén desde atrás y saca de un tirón. Mi respiración estaba muy acelerada y, por alguna extraña razón, me encantaría repetir el beso, pero sé que estaría mal. Sentí la mirada de María sobre mis pechos haciendo que se rompiera nuestro contacto visual y su acto hizo que mis pezones se erizaran; se podían ver repintados perfectamente a través de la camisa.

María me recostó en la cama para quedar en la misma posición de antes, sus piernas estaban al lado de las mías impidiendo que me moviera. Se acercó lentamente hacia mi rostro para que nuestros labios estuvieran muy cerca, demasiado cerca. Sus dedos acariciaban mi estómago con lentitud en forma de círculos.

La miro a los ojos y en una acción rápida, sus labios ya estaban sobre los míos. Este beso no era gentil como el de la fiesta, sino uno de desesperación y ansias. Ella era la que me guiaba, y por un momento sentí sus manos acariciar mis muslos haciendo que me sobresaltara en el instante en que sus caricias envían corrientes a todo mi cuerpo. Enarco mi espalda y quita sus manos de mi muslo para acunar mi cara profundizando el beso. Por un momento sentí el pase de su lengua escabullirse lentamente en mi boca y suelto un leve jadeo.

¡¿Qué estamos haciendo?!

María ubica sus manos sobre mis pechos y los empieza a apretar suavemente, quedo gélida en mi lugar sin saber qué hacer o cómo reaccionar.
Por un momento necesitaba aire...

—Mari... —llamo su nombre algo agitada mientras trataba de controlar mi respiración.

Quito sus manos de mi pecho y las agarro deteniéndola, pero ella se suelta bruscamente y me toma del brazo dejándome inmóvil. Intento mover mi brazo de un lado al otro, pero no me soltó, entonces comencé a patalear,  aunque lo único que me hizo hacer es que me cansara. Mi respiración ya era un desastre y mi corazón palpitaba fuerte contra mi pecho así que me detuve rendida.

Viviendo En Mentiras ( EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora