Capítulo 1. Prólogo

340 6 0
                                    

La verdad, la amarga verdad.” —Rojo y Negro¹

La zona alrededor de la carretera Nanping norte del distrito mercantil de Las Flores en la ciudad Yan, era como  un demonio con medio rostro maquillado.

La amplia y recta calle doble vía dividía todo el distrito mercantil de las flores en dos. El lado oriental era uno de los centros comerciales más ocupados de la ciudad, mientras que el lado occidental, era un olvidado barrio bajo, donde se encontraba la gente más pobre de la ciudad.

Después de varios años subastando propiedades sucesivamente por grandes cantidades de dinero a magnates inmobiliarios, el viejo vecindario, que necesitaba con urgencia un cambio, había recuperado un poco de gloria. El costo para pagar y reubicar a los residentes se había elevado, asustando a un  grupo de desarrolladores y erigiendo una barrera capital entre los angostos y empobrecidos callejones.

Las personas viviendo en casas en ruinas de doce metros cuadrados, soñaban todo el tiempo con volverse ricos de la noche a la mañana. Ya tenían un sentido de superioridad al pensar que derribar sus casas costaría millones.

Pero obviamente, estos millonarios pobres, tenían que seguir usando chanclas y hacer fila todos los días, para vaciar sus orinales.

Hacía un poco de frío aquella noche a principios de verano. El calor del verano acumulado durante el día, fue rápidamente superado. Los carros de comida rápida, que ocupaban la calle ilegalmente, recogieron todo y se fueron uno después del otro; los habitantes que disfrutaban del aire fresco, también regresaron a sus casas temprano. Ocasionalmente, una vieja farola titilaba, probablemente debido a los abarrotados alquileres que robaban energía de las líneas de poder.

Mientras tanto, una calle más lejos, en el sector comercial, la vida nocturna apenas empezaba.

Con la noche acercándose, en un café sobre la acera en el lado este del distrito, una barista, quien recientemente había terminado de atender a un grupo masivo de gente, al fin podía tener un breve descanso. Sin embargo, antes de poder siquiera relajar su sonrisa, la campanilla sobre la puerta de vidrio, sonó una vez más.

La barista tuvo que poner de nuevo su mejor sonrisa.

—Bienvenido.

—Un latte descafeinado, por favor.

El cliente era un hombre joven, alto y delgado, con su cabello casi hasta los hombros. Vestía un traje de negocios pulcramente y usaba unos lentes con montura de metal. El delgado marco se posaba sobre el alto y recto puente de su nariz. Miró hacia abajo, mientras buscaba su billetera, causando que su cabello se deslizara hasta su barbilla y cubriera casi la mitad de su rostro. A la luz, la nariz y los labios del hombre, parecían cubiertos de una capa de barniz. Se veía frío e inaccesible.

Todos aprecian la belleza. La barista no pudo evitar contemplarlo varias veces. Ella le puso conversación, tratando de averiguar sus preferencias. —¿Le gustaría un poco de vainilla sin azúcar en su café?

—No. Sirope extra, por favor.— El cliente le pasó algo de cambio y la miró. Sus ojos se encontraron.

Debía ser por amabilidad que el cliente le estaba sonriendo. Tras los lentes, sus ojos se curvaron ligeramente, y una expresión cálida y un poco sugestiva rompió la fachada solemne y propia que tenía antes.

La barista descubrió, que si bien el cliente era bien parecido, no era una belleza regular ni digna. Había una muestra de flirteo en sus ojos. Inexplicablemente, su rostro se calentó y rápidamente evitó la mirada del cliente y se dispuso a preparar su orden.

Afortunadamente, en ese momento llegó el repartidor del café. La barista se obligó a darse algo para hacer. Llamó al repartidor para que se acercara al mostrador para verificar el manifiesto de pedidos.

Los dos gatitos de LuoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora