Capítulo 44. Humbert Humbert XI

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Fei Du sonrió de repente, girando la cabeza para lanzar un beso hacia la cámara de seguridad de la habitación. —Te asusté.

Se agachó y tomó una tarjeta de una pequeña mesa que había junto a él. Este era uno de los servicios característicos que ofrecía un sanatorio privado de clase alta. Para los familiares de los pacientes que no tenían ninguna forma de comunicarse, sería difícil tener una conversación unilateral, por lo que el sanatorio proveía bolígrafos y pequeñas tarjetas para que los familiares escribieran algunas palabras, transmitiendo emociones comparativamente tangibles.

Con una mirada algo irónica hacia el hombre en la cama, Fei Du escribió sin preámbulo ni firma: "Espero que aguantes unos años más".

Los honorarios del sanatorio no eran baratos; el costo que conllevaba mantenerlo ahí era lo suficientemente alto como para mantener a varios médicos y enfermeras.

Después de todo, habían algunas personas que, en toda su vida, solo podían traer beneficios a sus personas cercanas durante los años que pasaban inconscientes.

Afuera de la ventana, el sol quemaba como el fuego. En la habitación del hospital, el aire acondicionado mantenía la temperatura constante durante todo el año; bajo la frondosa sombra, había un viento helado en el aire.

Habiendo superado la emoción de "verte mal me hace sentir bien", Fei Du, aparentemente cumpliendo su tarea anual, condujo solo hacia la ciudad.

Era un viaje de cuatro horas sin tráfico desde el sanatorio en la costa, hasta la Ciudad Yan. Fei Du había programado encontrarse con la Dra. Bai por la tarde para pedirle prestado un libro. Ya había finalizado formalmente sus largos años de terapia habitual, pero todavía mantenía su amistad con la Dra. Bai; al igual que antes, regularmente iba a pedir prestados los libros que ella le recomendaba.

Si todo iba como planeado, un día conduciendo una larga distancia, una visita a un humano vegetal, conseguir un libro prestado sobre las enfermedades mentales y llevarlo a casa para leer la mitad antes de acostarse a dormir; todo eso sería la suma de los preparativos que había hecho para celebrar su cumpleaños número veintidós.

Generalmente, Fei Du estaba en donde la diversión estuviera, pero todas las personas que eran lo suficientemente cercanas a él sabían que en su cumpleaños, el aniversario de la muerte de su madre, y cualquier día festivo, desaparecía de la vista de todos y era imposible de contactar. Incluso una persona tan despistada como Zhang Donglai, no lo molestaría en esas ocasiones; no podría molestarlo ni aunque quisiera. El teléfono del Presidente Fei, normalmente encendido las veinticuatro horas del día, estaría desconectado.

Las condiciones del tráfico de regreso a la ciudad Yan eran terribles. La autopista que conducía a la ciudad estaba sumida en un desastre; llegaría una hora más tarde de lo previsto. Fei Du estaba exhausto. Solo podía esperar y confiar en que la radio del auto lo mantuviera despierto. Por casualidad, justo en ese momento, la policía estaba pidiendo cualquier información que pudiera tener la población en general, referente a la niña desaparecida, Qu Tong.

<...especialmente alrededor de las escuelas, los jardines infantiles, y cursos vacacionales. Si descubre a alguien sospechoso, por favor, notifique de inmediato a la policía. ...Además, le recordamos a la comunidad que nos encontramos en vacaciones de verano, y deben velar por la seguridad de sus niños...>

—¿Cómo es que este programa se convirtió en una noticia al azar sobre natación en aguas abiertas?— Luo Wenzhou regresó a la Oficina Municipal justo para la hora de salida, sintiendo que sus tres almas etéreas y sus siete formas mortales¹ estaban a punto de evaporarse. Acto seguido, se sirvió bruscamente una taza de té que alguien había preparado y lo bebió.

Los dos gatitos de LuoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora