Los dos gatitos de Luo

Capítulo 67. Macbeth VIII

<¿Un camión?> La voz de Tao Ran llegó a través de uno de los oídos de Luo Wenzhou. <Lao Luo, para llegar al anillo exterior es inevitable que los vehículos pasen por Baisha. Está lleno de camiones que vienen y van. ¿Deberíamos revisar los vehículos que llegan a la ciudad o los que van de salida? Los secuestradores se lo llevaron en un vehículo... ¿Crees que Zhou Huaijin todavía está en la ciudad?

Mientras tanto, Lang Qiao habló en su otro oído, <Jefe, ¿debería llevar a la persona encargada a la Oficina Municipal ahora? ¿O investigar los correos recibidos y enviados primero?>

Detrás de él, un nervioso y exasperado Hu Zhenyu señalaba a Zhou Huaixin. —Tú... Tú... ¡¿Qué estás haciendo?! ¡Eres demasiado impulsivo!

Junto a él, la cara y el cuello de Yang Bo estaban totalmente rojos. —¡Te demandaré por dañar mi reputación!

Luo Wenzhou: —...

En las historias inspiradoras¹, usualmente se planteaba la pregunta "¿Por qué los humanos tienen dos orejas y una boca?"; ahora creía entender el porqué... Incluso si tuvieran cuatro orejas, no necesariamente sería suficiente.

La mirada de Fei Du revoloteó sobre Hu Zhenyu para seguidamente caer en Zhou Huaixin.

Zhou Huaixin se enderezó. En su rostro adicto al opio, aparte del delineador, algo más apareció; era indescifrable e indescriptible, lo cual lo hacía ver más humano.

—No me preocupa lo que digan los demás, y no estoy preocupado por... ¿cómo lo llaman...? Cualquier pérdida en el mercado de valores o el mercado que sea. No entiendo esas cosas, Hu-dage, y no deseo comprenderlas. Lo único que sé es que solo tengo a mi hermano.— Habiendo terminado su discurso, Zhou Huaixin bajó la voz y miró a Hu Zhenyu directamente a los ojos.

Por alguna razón, Hu Zhenyu evadió su mirada.

Zhou Huaixin sonrió burlonamente; no estaba claro si se estaba burlando de alguien más o de él mismo. —Esto no sonará bien, pero si hay algunas cosas que el anciano hizo, llegará el día en que se descubra. El papel no puede contener el fuego. ¿De verdad crees que podrá tener gloria eterna?

Hu Zhenyu nunca había escuchado unas palabras tan elegantes saliendo de la boca de Zhou Huaixin; quedó sin palabras por un momento.

—¿Pueden encontrar a mi hermano en diez minutos?— La mirada de Zhou Huaixin recorrió la multitud de policías. —¡Entonces vayan a buscarlo! ¡¿Qué demonios están mirando?! Soy el hijo legítimo del anciano y también uno de sus herederos. He decidido dejar que los muertos se sacrifiquen un poco por el beneficio de los vivos. ¿No debería tener el derecho de hacerlo?

Sus palabras tenían sentido.

—Con tal de que mi hermano esté a salvo,— proclamó Zhou Huaixin con los ojos inyectados en sangre, —anunciaré que mi padre era un maldito bastardo. Una persona debe saber adaptarse, entonces seré el engendro de un maldito bastardo. Incluso si su espíritu sigue intacto, él sabrá quién trató de lastimarlo, a él y a su familia. ¡La culpa no recaerá en mí!

Hu Zhenyu empezó a sudar.

En ese momento, alguien tosió fuertemente desde la puerta y una voz fría dijo, —Su familia realmente le pertenece a ustedes dos, pero el conglomerado no. ¿Cuántos socios y accionistas están involucrados en esto, eh? Ni siquiera el anciano se habría atrevido a hacer algo tan arbitrario mientras estaba vivo. ¿Eres idiota?

Luo Wenzhou giró la cabeza y vio a varios empleados del Clan Zhou dispersándose rápidamente mientras un anciano demacrado entraba lentamente por la puerta. Medía menos de 1.70 de altura y estaba ligeramente jorobado, haciendo que luciera incluso más bajo y delgado. Unas pronunciadas arrugas bajaban desde su nariz, separando su barbilla en tres partes. Las comisuras de su boca colgaban notoriamente hacia abajo, como si nunca hubiera sonreído en su vida.