Capítulo 38. Humbert Humbert V

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Los invitados se habían ido y Tao Ran posiblemente estaba sumido en un sueño hacia otra dimensión.

Un leve aroma a vino flotaba sobre la iluminada sala de estar, agridulce y penetrante. Fei Du apagó el aire acondicionado y abrió una ventana. Utilizó la máquina de café nueva para hacerse una taza de espresso; la fuerte fragancia subía desde la esquina de la mesa.

La brisa cálida del verano se encontró con la cabeza de Luo Wenzhou. Por un momento, guardó silencio. Luego, sacudió las gotas de agua de sus manos y presionó la helada palma de su mano sobre su frente, suspirando con una profunda impotencia. —Joven, ¿podrías tener un poco de tacto? El pañuelo rojo¹ nos enseña desde pequeños que no debemos dejar nuestros nombres cuando hacemos una buena acción. ¿Dónde queda la belleza cuando lo sacas de esa manera?

Fei Du no respondió. Parecía haberse congelado, su "falsa propiedad" casi volviéndose realidad.

Luo Wenzhou lo observó y se dio cuenta de que él no era el único avergonzado. Considerando la buena memoria del Presidente Fei, definitivamente recordaría la escena de él pavoneándose por la Oficina Municipal, jugando, atacando a Luo Wenzhou con ingenio frígido e ironía abrasadora.

Luo Wenzhou se imaginó seriamente estando en los zapatos de Fei Du justo ahora; imaginando tal escena, sintió como su cabello se erizaba en respuesta.

Tan pronto como pensó en eso, su mirada adquirió un filtro de incomodidad. Cuando vio a Fei Du de nuevo, pensó que sus apretados labios, sus dedos colgando extrañamente a sus costados, y la mirada evasiva detrás de sus lentes, lo hacían ver incomparablemente incómodo.

Cuando él mismo se sentía incómodo, generalmente iba de mal a peor; cuanto más hablaba, más balbuceaba. Pero si notaba que la otra persona también estaba incómoda, entonces los síntomas se curaban por sí mismos.

Luo Wenzhou sonrió de repente y lentamente metió sus manos en los bolsillos.

Bajó la cabeza y puso un cigarrillo en su boca, bajando y subiendo los párpados, mirando a Fei Du de arriba a abajo. Debido a que su boca estaba ocupada, la voz que se filtraba por entre sus dientes era un poco nasal. —¿Qué? ¿Finalmente descubriste que el Tío Dongbin², al que has mordido todo este tiempo, es una buena persona? Está bien, cariño, no tienes que estar tan nervioso. Nosotros los Lei Fengs³ vivientes no pedimos devoción absoluta a cualquiera.

Las facciones de Fei Du eran como una máscara pintada, impenetrable como una fortaleza. Especialmente cuando se agitaba, su control sobre sus propias expresiones y lenguaje corporal era casi perfecto; ni una sola muestra de emoción filtrándose.

Comparado con él, el mentiroso de Zhao Haochang y los de su calaña solo podían ser considerados ingenuos.

Fei Du no contestó las palabras casuales de Luo Wenzhou. Murmuró para sí mismo durante un rato, se dio la vuelta y tomó la taza de café recién hecho. Una delgada capa de aceite flotaba en la superficie, formando pequeñas ondas con el movimiento. Fei Du no le había puesto ni un solo grano de azúcar; como si hubiera perdido el sentido del gusto, bebió en silencio más de la mitad de la taza.

Fei Du había bebido algunas copas de vino antes, y no había comido apropiadamente; su estómago estaba casi vacío en ese momento. La nada saludable mezcla entre el alcohol y el café altamente concentrado, de inmediato se convirtió en una "supercarga para la presión arterial", haciendo que su corazón bombeara grandes cantidades de sangre hacia sus venas. Su trastornado y repentinamente acelerado pulso cardiaco lo hizo sentir un poco mal; un sudor frío se formó en las palmas de sus manos.

Luo Wenzhou frunció el ceño. —No tomes más de eso...

Fei Du curvó sus manos alrededor de la cálida taza de porcelana china, y su boca tembló un poco. Lo interrumpió con una sonrisa falsa. —En realidad, es muy raro para alguien que contrataría casualmente a un asesino para encargarse de su propio padre, ser capaz de preservar su posición actual por tanto tiempo sin irse por mal camino. Los largos años de cuidado por parte del Capitán Luo son una contribución que no puede pasar desapercibida.

Los dos gatitos de LuoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora