🎤 26. Trátame suavemente

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(Soda Stereo)

MAX

Fue una noche fantástica, lo admito, pero no era algo que quisiera repetir. Me gustaba sentir que tenía el control sobre mi cuerpo. Las artes marciales me daban esa sensación de ser consciente de todos mis movimientos, y perderlos por un momento me aterró.

Sentí. Sí.

Me liberé. Sí.

Pero como experiencia había sido suficiente.

Se lo comenté a Álex a la mañana siguiente y entendió mis reparos. No dijo nada, solo me besó y volvimos a enredarnos el uno en el otro antes de tener que irme al ensayo.

El jueves por la tarde, después de salir del entrenamiento, voy a casa y tomo el Audi para ir a ver a Álex. Desde el domingo que no he pasado la noche con ella, por todas las cosas de la universidad. Entre preparar la presentación de invierno y el próximo torneo nacional de karate, el tiempo se estaba haciendo escaso. 

Pero la necesidad de verla me estaba superando y tomarme un respiro de los estudios, el deporte y la música para estar con ella, se me hacía muy necesario.

Estaciono en el lugar reservado que encontré hace unas semanas a unas calles del departamento de Álex. No iba a dejar un Audi en medio de la nada para que cualquiera pudiera robárselo, sobre todo si no era mío.

El cielo está más oscuro y las farolas de la calle empiezan a encenderse poco a poco. Saco mi teléfono del bolsillo para mirar algunos mensajes mientras camino al departamento de Álex.

Tres hombres me siguen desde el estacionamiento, se mantienen a una buena distancia, pero años de entrenamiento en un deporte de combate me han dotado de una percepción de mi entorno difícil de ignorar.

Los ignoro mientras camino, ni siquiera apresuro mis pasos para no demostrar que los he visto. Mejor que piensen que me toman desprevenido. Me detengo en un semáforo en rojo y los tres hombres se acercan, dejando las sutilezas. 

Son jóvenes, casi de mi edad, dos se sitúan a mi izquierda y uno a mi derecha. Este último me repasa con la mirada y me habla.

—Bonita chaqueta.

Lo ignoro deliberadamente mirando hacia el frente, sin dejar de prestar atención a mi visión periférica. Me mantengo alerta a sus movimientos mientras espero que la luz cambie a verde y sigo mi camino como si no existieran.

Estoy a solo a dos calles de llegar al departamento de Álex, no estoy seguro si guiarlos hasta ella. Quizas deba enfrentarlos, o pasar de largo. Los tipos siguen tras de mí, silenciosos. Antes de llegar a la siguiente esquina, aceleran su caminata para alcanzarme.

—No corras, niño bonito —dice el más alto, que me habló antes—. No queremos robarte.

Vuelvo a ignorarlo, manteniendo la mente tranquila y el cuerpo rígido, preparado para cualquier ataque. 

—Solo queremos darte un mensaje —aclara el tipo—. Un mensaje de Julian.

—¿Qué?

Eso no me lo esperaba.

Esa pequeña distracción me cuesta el puñetazo que uno de los otros dos hombres me da en la mejilla izquierda. Me recupero rapidamente y alzo la guardia para bloquear un segundo puñetazo que venía dirigido al lado derecho.

Respiro agitado.

Uno de ellos intenta embestirme, pero lo evito con un movimiento de Aikido que aprendí hace unos años, cuando empecé a practicarlo. El tipo se estrella contra la pared, pero uno de los otros me retiene enganchándome con sus brazos. Con un par de golpes me libero, pero el más alto conecta su puño en mi estómago, dejándome sin aire.

[1] En tus manos©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora