🎤 36. Lucha de gigantes

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(Nacha pop)

MAX

Borja está sentado en la encimera de la cocina, comiendo cereal mientras observa su celular distraído. Hace mucho que no me quedaba un fin de semana en el departamento y es extraño pasar un día completo aquí.

Alza la vista cuando oye la puerta y la baja rápido hacia la pantalla. Sé que ayer fue tras Álex cuando la saqué del departamento, y de no haber reaccionado tan rápido, yo mismo se lo hubiese pedido. No podía dejarla en ese estado, pero tampoco podía ser yo quien la acompañara.

Borja es demasiado bueno para soportar nuestras mierdas.

—¿Te sientes mejor? —pregunta sin mirarme.

—No, pero gracias por preocuparte —murmuro sentándome en una silla frente a él. Dejo caer la cabeza en las manos apoyándome en la mesa—. Estoy hecho una mierda. En todos los sentidos.

—Oh.

El largo silencio después de ese «oh» me pone tenso. Alzo la mirada y me recorre un escalofrío al ver su rostro.

—¿Qué? —pregunto.

—Nada —murmura, apartando la vista. Bloquea su celular y lo deja a un lado—. Tómate algo caliente y descansa. Duerme un poco, te ayudará. Y no mires tu celular, al menos por hoy.

—Borja...

—Hazme caso. Por una vez en tu vida, Max, haz lo que te digo —ruega.

Eso es todo. La preocupación excesiva en su voz me crispa los nervios y en un rápido movimiento corro a mi habitación y me encierro dentro.

—¡Max! —grita al otro lado, golpeando y moviendo la manilla—. ¡Abre la puerta!

No respondo. Estoy muy ocupado encendiendo mi teléfono, esperando no encontrar lo que me estoy imaginando.

No necesito buscarlo. El video llega a mí por todos los medios posibles. Son tantas las notificaciones que es imposible verlas todas. No necesito hacerlo, todas son más de lo mismo.

Alguien ha grabado lo que ocurrió anoche y lo ha colgado en internet.

«El hijo borracho del Senador corrupto»

«Henry Campbell de héroe a villano»

«La vida secreta del hijo del Senador»

Son distintas las historias, pero cada quien se enfoca en algo diferente. Lo único que hay en común en todas ellas, soy yo, hablando en el escenario y descargando toda la ira que llevaba acumulada durante 10 años de una manera poco razonable y con mucho alcohol en la sangre.

Me paso la mano por el rostro y empiezo a leer los comentarios. Es un desastre.

Se forman discusiones en torno a mi padre, lo que escala en algo más grande de política en general. Algunos debaten sobre mí, como intento llamar la atención por culpa del abusador de mi padre.

Me llaman mentiroso, traumado, necesitado, drogadicto...

Algunos me defienden, pero no son ellos en los que me fijo.

«Imbécil». «Quiere llamar la atención». «No tuvo padres que lo guiaran». «Pobre de él». «No es su culpa». «Que busque ayuda». «Es igual que su padre.

«Igual que su padre».

«Igual que su padre».

Con un grito de frustración, lanzo el teléfono al otro lado de la habitación, estrellándolo contra la pared contraria. 

[1] En tus manos©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora