🎤 33. Cuando nadie ve

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(Morat)

MAX

No me hace gracia ver a Álex solo los domingos en casa de mi abuelo. Los momentos que podemos pasar a solas son mucho más restringidos, y me siento fatal al no poder salir con ella, verla en la universidad o siquiera una cita como dos personas normales.

Pero en estas semanas que han pasado, ella y mi abuelo han hecho una muy buena relación. Con el tiempo he entendido que cuando Álex dice que no le gusta la gente, es porque no conocía a las personas adecuadas. Sigue queriendo su espacio y tiempo para estar sola, pero se lleva increíble con mi abuelo y él parece sentir lo mismo por ella.

Lía está encantada con su presencia en la casa. Tener una amiga para hablar cosas de mujeres mientras pasa los domingos cuidando a mi abuelo le ha quitado un poco de presión.

Oírlas hablar de moda y otras cosas me ha sorprendido. No creí que Álex fuera de ese tipo de chicas, pero parece que en el fondo, sí lo es.

Supongo que me faltan muchos más secretos que desentrañar de la maravillosa persona que en realidad es.

—¿Qué tanto escribes? —pregunta sentándose en mis piernas, luego de haber estado hablando 1 hora con mi abuelo de una película Western.

—Una canción. —Cierro el cuaderno que he estado usando para tomar apuntes y componer letras—. Aún no está lista.

—¿Según quién?

—Según yo. Soy el artista y el artista decide cuando está lista su obra. 

—Conociéndote, pasarán años a que esa canción esté terminada.

Entorno los ojos en un gesto de desafío. Alzo el lápiz que llevo en la mano y dibujo un corazón en su clavícula.

—¿Has pensado en hacerte un tatuaje? —pregunto al terminar de dibujar—. Te quedaría bien.

—No —responde quitándome el lápiz. Dibuja algo en mi cuello y luego deja un beso en ese lugar. Hace no mucho salimos de mi habitación. No me molestaría volver y encerrarme con ella toda la tarde—. Cuando termines de escribir tu canción, me haré uno

—¿Es un trato? —pregunto, quitándole el lápiz de la mano una vez más.

—Es una promesa.

Miro a mi alrededor. Mi abuelo está oyendo algo en la radio y aunque está cerca de nosotros, su ceguera no le permitirá vernos. Lía tararea una canción desde la cocina, moviendo platos de un lado a otro.

Levanto la camiseta de Álex hasta más arriba de su pecho.

—¿¡Qué haces!? —chilla en voz baja mirando a mi abuelo.

—Tranquila, no puede vernos —susurro.

En su costilla, debajo de su seno derecho, trazo la línea de un nuevo dibujo. Álex se contrae aguantando la risa.

—No sabía que tenías cosquillas, cerebrito —murmuro, mientras sigo dibujando.

—No entiendo por qué me llamas así. 

—Porque lo eres —digo, terminando el nuevo dibujo. Una llave de sol y una de fa, formando un corazón—. Eres brillante. Lograste crear un universo digital en el que tienes a cientos de personas jugando en ese mundo y ni siquiera eres consciente de ese gran logro. Has defendido a chicas indefensas y luchado contra las injusticias de esta universidad.

—Esa no soy yo. Es Solaris.

—Solaris es un personaje. El valor es quien está detrás. Tú, mi cerebrito. Cuando te des cuenta de lo que eres capaz, no habrá nadie que te detenga.

[1] En tus manos©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora