(Amaral)
ALEX
Julian sonríe con soltura cuando la mesera trae una nueva botella de vino y le da las gracias con amabilidad. Llena ambas copas y alza la suya en un brindis.
No sé qué hago aquí. No sé qué celebramos y tampoco me importa.
—Todo va de maravilla, dulzura —dice, guiñándome un ojo al hacer chocar los cristales—. Dentro de un mes, estaremos casados, te mudarás conmigo y seremos muy felices.
—¿Conmigo o con Valeria? —cuestiono con sarcasmo antes de llevarme la copa a los labios. Me la bebo de un trago antes de dejarla sobre la mesa.
Julian no deja de sonreír, pero el músculo en su ceja da un pequeño espasmo. Es su tic cuando no está en una situación que le acomode.
—No sé de qué hablas, cariño —murmura, llevándose la copa a los labios—. Eso fue un error, ya te lo dije.
No. Nunca me lo dijo. Siempre es lo mismo con él.
Confundirme y manipularme, poniendo en mi cabeza ideas que nunca he tenido, haciéndome creer que lo he olvidado.
Al terminar la cena, subimos a su auto. Su mano en mi espalda pesa una tonelada y quema al rojo vivo cada vez que me toca. Creí que después de unas semanas dejaría de sentirlo de ese modo, pero no. Es incluso peor.
Mientras conduce, lanza una bolsita con varias pastillas en mi regazo. Ha estado dándome drogas durante todos estos meses, como una especie de medicamento para la tolerancia. Para tolerarlo a él.
—Sé que últimamente has estado consumiendo otras cosas, pero creí que esta noche podríamos... no sé. Relajarnos un poco, recordar viejos tiempos.
Guardo silencio, pero aferro la bolsa en mi mano, temiendo que me la quite de un momento a otro.
—Vamos a ser marido y mujer, Alexandra —continúa, en voz baja—. Ya es tiempo que nos perdonemos mutuamente. Estoy dispuesto a hacer lo que quieras.
—¿Perdonarnos? ¿Qué se supone que te hice yo a ti?
—Ambos cometimos errores, yo con Valeria, tú con ese estúpido músico fracasado. Estamos en paz. —Alarga la mano y yo aferro más las pastillas. Julian toma mi mano libre y entrelaza sus dedos con los míos—. Solo quiero que volvamos a lo de antes, cuando nos divertíamos, íbamos a fiestas y luego íbamos a mi departamento y hacíamos el amor de esa forma intensa que tanto te gusta.
—Prometiste no tocarme —susurro, aterrada.
—Alexandra, vamos a casarnos. —Su pulgar roza el anillo que llevo en la mano—. En algún momento tenemos que volver a ser como antes.
—¿Puedes dejarme en mi departamento? —pido, mirando por la ventana.
Julian no dice nada, pero cambia de ruta para ir a donde le he pedido. Me giro para mirarlo y darle las gracias.
A pesar de todo, estos meses se ha portado bien conmigo; jamás ha intentado tocarme más de lo necesario y solo cuando estamos en público. Incluso en mis momentos de más vulnerabilidad, creo que todavía me ama. De esa forma loca y retorcida que tiene de amar.
Pero después de saber lo que se siente ser amada de verdad, ser amada por Max, es imposible que deje entrar a mi vida a Julian.
Detiene el vehículo afuera de mi edificio. Me despido con un murmullo silencio y bajo rápidamente. Cuando abro la reja, siento su mano en mi espalda.
—¿Qué haces? —cuestiono, observándolo.
—Cuidando que mi prometida llegue bien a su casa.
Lo ignoro y empujo la puerta para abrir. Subo las escaleras con Julian siguiéndome los pasos.
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[1] En tus manos©
Teen FictionMax lo tiene todo en la vida. Su propia banda, muchos amigos, popularidad y mujeres. Sin embargo, un video sexual que se hace viral, lo forzará a buscar ayuda en una misteriosa hacker y evitar perder todo lo que ha conseguido. Alex necesita ayuda...