🎤 35. Ya nada queda

2.8K 276 22
                                    

(Kudai)

ALEX

Los murmullos se hacen más intensos y los rostros de preocupación y confusión se propagan como esporas en el salón. Pero la fiesta continúa sin inconvenientes, como si un chico traumado y herido no acabara de mostrarle a todos el tipo de persona al que están homenajeando.

Algunos lucen incómodos, mientras que otros parecen reacios a creer que han seguido la corriente de un abusador, y necesitan más pruebas para demostrar el pasado de Henry Campbell, porque al parecer, el testimonio de su propio hijo, quien guardó silencio durante 10 años no es suficiente.

Julian me sostiene de la cintura con fuerza a su lado. Yo no me resisto, porque creo que podría caerme en medio del salón si me deja por mi cuenta.

Escucho como habla con algunas personas, fingiendo estar sorprendido por lo que acaba de pasar. Están tan acostumbrados a mantener las apariencias en su familia, que le sale casi natural.

Casi, porque la tensión en su cuerpo se siente en la fuerza con la que me sostiene.

El salón empieza a vaciarse después de unas dos horas, quedando solo los miembros más alto rango del partido.

—Cielos... yo no creí que ese chico... —Samuel Hitch, actual presidente del partido, menea la cabeza, desconcertado.

Es obvio para todo el mundo, que él es solo la cara visible y que fue elegido por su carisma y llegada con las personas. Pero son otros quienes manejan el poder. Entre ellos, mi madre, el padre de Julian, Christine y Damián. 

—Fue insólito, pero no negarán que divertido —ríe Damián con una copa de vino en su mano—. Es decir... ¡Casi se quita la ropa, fue una locura!

—Es solo un chico que no sabe lo que dice. Han pasado tantos años que su mente debe estar trastornada —murmura mi madre lanzándome una mirada—. Le prometí a Henry que cuidaría de su hijo si alguna vez no estaba. No creí que... yo no sabía que...

Mi madre se pierde en sus pensamientos alzando la copa de Martini que lleva en la mano.

—Bien, nosotros estamos sobrando aquí —dice Julian con una enorme sonrisa.

—¡Que dices, hijo! Ustedes son el futuro de esta organización.

Ruedo los ojos desviando la mirada. Les encanta tener el poder de todo lo que les rodea, incluso sus propios hijos, el futuro de la organización. Todo. Nada se les escapa.

—Tenemos mejores planes que pasar la noche con unos viejos.

Todos alzan la voz en quejas divertidas mientras Julian se despide. Creo que yo también lo hago. Me muevo por inercia y mi cuerpo es un ente separado de mi conciencia, funcionando solo por los hilos que me controlan, ya sea por mi madre o por Julian.

De un momento a otro, estoy sentada en los asientos de cuero de su deportivo y solo registro movimiento y luces de la calle.

—Sabes Alexandra, no soy tan desalmado como crees. Así que te daré una oportunidad.

—¿Qué? —musito, sin comprender.

—Te dejaré en paz por esta noche. Puedes irte a consolar a tu eterno enamorado si es lo que quieres. Pero después, dejarás esa tontería de verlo en secreto —comenta con calma, como si hablara de lo linda que está la noche hoy—. Nuestro compromiso es falso, lo sé, pero no voy a permitir que te descubran y dejarme como pendejo. Eso se acabó y fin de la historia.

Julian detiene el vehículo fuera de mi departamento y yo me bajo rapidamente. Me murmura algo que no logro comprender y me tambaleo hasta la reja de entrada. El sonido de las ruedas en el asfalto rechina en medio de la noche y el auto se pierde por la calle en la esquina siguiente.

[1] En tus manos©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora