Capítulo 3

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El viaje fue rápido, pero algo doloroso, pues al momento de aterrizar, Macaque terminó cayendo de rodillas, aferrándose inconscientemente al niño, evitando que este se hiciera daño. 

Llegaron a la entrada de una caverna que estaba en medio de una montaña, aterrizando cerca del acantilado. 

El pequeño se separó con cuidado y contempló el hermoso paisaje montañoso que tenia de frente, con miles de arboles, demasiados sonidos nuevos, como el cantar de las aves, y el los gruñidos de algunos animales, ademas, podia algunas casas a lo lejos, posiblemente se trataba de una aldea, aunque el niño no lo sabia.

—Ven aquí. —le habló y le hizo una seña con la camino derecha, mientras apretaba un poco los ojos, aguantando el dolor que sentía. El cachorro al verlo se acercó de nuevo, en cuatro patas, y lo observo con atención. —Entremos. Aun no sé que tan seguro es afuera. —le dijo, guiándolo con cuidado al interior de la caverna. 

Era un lugar un poco oscuro, pero con linternas mágicas en las paredes de roca que iluminaban el lugar con flamas moradas que le daban un toque algo aterrador, pero solo era al principio, después de pasar lo que debía ser solo la entrada, se convirtió en un casi acogedor sala de estar mucho mejor iluminada. Era un lugar muy simple, solo con una mesa, unos muebles con muchos frascos e ingredientes extraños y lo que parecía ser una enorme cantidad de vendajes a lado de un colchón hecho de paja con una manta roja encima.

—Hogar dulces hogar. —comentó para el mismo, viendo lo casi lamentable que era su escondite, pero no iba a volver a Flower Fruit Mountain, no después de todo lo sucedido. 

Estaba pensando en simplemente acercarse a sus estantes con remedios y empezar a curar sus heridas, mas el pequeño cachorro tenía otros planes, pues comenzó a revisar todo, olfateando todo el lugar, moviéndose de aquí para allá, revisando por completo el lugar como si fuera algo maravilloso y nuevo. Su cola se balanceaba de un lado a otro cada que encontraba un objeto nuevo. 

—Oye, ten cuidado. —le advirtió cuando se movió muy rápido junto a los estantes, temiendo que rompiera algo. 

El pequeño se detuvo al escuchar su voz, volteando a verlo, sentándose en el suelo con mucha calma como si nada, haciendo que sus ojos soltaran un brillo dorado de repente, sorprendiendo al mono de sombras, que tuvo que acercarse para admirar al niño, que ya había empezado a tallarse los ojos, muy sorprendido con lo que veía. 

Todo se había vuelto dorado, aunque él no sabia de eso. 

—Niño ¿Estás... —no era posible, solo había visto algo así en otra persona. 

—Ouh. —exclamó el niño al ser capaz de ver la magia saliendo del cuerpo de Macaque, era como ver energía morada o al menos oscura salir del mono, solo que de repente esa energía disminuía, como una vela que era casi apagada por un simple viento. 

Sus ojos volvieron a la normalidad, tallándoselos con sorpresa al ver todo normal de nuevo. 

—¿Quién eres tú? —preguntó en voz alta con mucha sorpresa, tomándose el tiempo de observar bien al cachorro, notando la marca en su rostro, el color de su pelaje, y la forma de su rostro, de alguna forma le recordaba a el mismo, aunque por la forma de su rostro inocente y alegre, no podia dejar de pensar en Wukong. Existía la posibilidad de que todos los monos de piedra nacieran con esa marca. 

—Tu. —repitió señalando su cuerpo. 

—No, eso no es... Olvídalo. —no estaba en las condiciones de tratar de explicarle al niño sobre el lenguaje, necesitaba atender sus heridas primero, descansar, y posiblemente darle algo de ropa al niño. —Vamos, creo que tengo algo que te quedará bien. —lo guió hacia otra cueva dentro de la caverna, la cual usaba ocasionalmente como cuarto, en el que tenia una clase de nido hecho de almohadas de todo tipo, posiblemente robadas de diferentes lugares, y un mueble al lado del nido, lleno de ropa extrañamente bien colgada. Macaque sacó un traje viejo suyo, y se la lanzó al niño, esperando que descubriera como ponérselo mientras él comenzaba a preparar remedios para tratar sus heridas. Claro que termino vistiendo al niño, cuando el pobre ni siquiera logro encontrar el orificio de su cabeza, o atar bien el nudo de la bata. 

A gift of destinyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora