Capítulo 2

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... 


Wukong terminó con la vida de su viejo amigo, y se arrepintió casi al instante en el que vio que ya no respiraba, y percibió el olor a sangre ajena en su bastón.

Retrocedió unos pasos y dejó caer su amado bastón casi con terror. —¿Macaque? —lo llamó, esperando que al menos una parte de él estuviera ahí para disculparse. —Yo no quería...

—¡Sun Wukong! —la voz de sus compañeros lo distrajo. 

Todos se acercaron a revisar cómo se encontraba, abrazándolo un poco y felicitándolo por ganar la pelea, hablando de Macaque como si fuera un ser malvado, un villano que debían eliminar y por fortuna ya estaba hecho. 

Monkey King se enderezó, recibiendo las felicitaciones como si no fuera la gran cosa. —Ya, no se preocupen ¿Ustedes están bien? —les preguntó, fingiendo que no estaba tan alterado —¿Maestro? 

—Todos nos encontramos mejor, Sun Wukong, te agradezco por salvarnos, y lamento haber desconfiado de ti. Hiciste lo correcto. —lo felicitó el monje, 

"Hiciste lo correcto". 

Esa frase se repitió en su cabeza hasta que se la creyó, tal vez para dejar de sentirse culpable, mostrándole una sonrisa amistados a todos. 

—Hay que irnos de aquí. —propuso el gran sabio, invocando su nube, retirándose del lugar junto con sus compañeros, dejando el cuerpo de Macaque en ese crater, intentando no mirar atrás., limpiando las pocas lagrimas que salieron de sus ojos, culpando al viento y a sus heridas cuando preguntaron si se encontraba bien. 

Se alejó con sus compañeros siguiéndolo, sin percatarse de que alguien más observaba desde las alturas de una montaña. Una diosa

 Kuan-yin, diosa de la misericordia. La mujer celestial había presenciado toda la escena, percibiendo las emociones de ambos monos, sintiéndose mal por ellos, en especial por el mono de las sombras, quien solo había tomado valor de manera errónea ante sus ojos, actuando sin pensar como su compañero, solo que metiendo la pata en grande. 

—No debería de ser así. —la diosa se presentó en el crater de la montaña, contemplando el cuerpo herido de Macaque, regalándole una sonrisa llena de compasión aunque el mono no podia verla, usando algo de su poder para mantener su alma en su cuerpo por unos instantes más, logrando curar al menos algunas de sus heridas, pero sabía que eso no salvaría al mono de las sombras. Estaba entre la vida y la muerte. —Esto no ha de acabar así. Me aseguraré de ello. —declaró con mucha confianza antes de mover sus manos un poco, creando tres círculos brillantes color blanco los cuales uso para viajar a un lugar al que en realidad no esperaba regresar. 

En un abrir y cerrar de ojos llegó al Diyun, un lugar oscuro lleno de almas esperando ser juzgadas correctamente, algunos mucho más calmadas que otras. Algunos pensarían que era un lugar aterrador,  y estresante, sobre todo si llegabas a ese lugar sabiendo que recibirías un castigo antes de reencarnar en otro ser, pero para Kuan-yin no era tan malo, era parte de lo que debía pasar, y ademas, el supervisor del infierno, el gran Yan Wang, era bien conocido por ser indulgente y justo, no castigaría a alguien a menos que de verdad lo mereciera. 

Fue directo a la sala del juicio, una habitación dentro de una enorme caverna con tres tronos de piedra hasta el fondo, esperando que ningún alma pasara por ahi antes de entrar y hacerle una cortes reverencia a Yan Wang, quien se encontraba sentado en el trono de en medio, La observó con una ceja levantada, esperando que la diosa comenzara, casi curioso, aunque ya conocía o al menos podia imaginar lo que pretendía. 

A gift of destinyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora