ANYA MASON
—Deja de jalarte el vestido –me llamó la atención Amelia.
—No, es demasiado corto –me quejé.
—Lo mismo has dicho de los 10 vestidos anteriores a este.
—Es que no me cubre mucho.
—¿Qué eres? ¿Una anciana? –miré a Amelia a través del espejo–. No me mires así, es la verdad, a parte si te pones un vestido largo no se van a lucir los zapatos.
Dado que aún no regresaba a la mansión, Amelia tuvo la amabilidad de prestarme ropa, pero creo que ese plan no era tan bueno dado que ella usaba ropa demasiado corta y escotada mientras que la mía era más reservada. El vestido era de color verde con tirantes que se unían en un escote en v, en medio habían un lazo que unía toda la tela mientras que la parte inferior era tan corta que si me caía o agachaba lo más probable es que se me viera hasta el alma
—¿No tienes otro?
—No y ya revisaste todo mi armario así que esté es –dijo seria mientras me empujaba a un banco frente al tocador.
—Demasiado corto.
—Anya, no tienes 50 años. Es momento de que renueven tu guardarropa –tomó un cepillo de cabello y deshizo mi coleta.
—Adivino, ¿estarás encantada de hacerlo? –hice una mueca de dolor cuando sentí un tirón de cabello.
—Por supuesto que sí. Eso sí, olvídate de esas faldas horribles –se rio–. Ni siquiera Helena y Gemma las usan.
Por largas horas Amelia me estuvo sermoneando sobre la importancia de vestir a la moda, de como esto me ayudará a tener una presencia más fresca y juvenil y no tanto como el de una señora quedada. Ella parecía disfrutar de mi presencia, sus manos fueron ágiles y rápidas para peinarme y maquillarme, a los pocos minutos habíamos terminado. Mi cabello estaba lacio de la raíz y conforme descendía terminaba en una leve ondulación, mis mejillas lucían un rosa apenas visible que acentuaba mi palidez, mis ojos eran una combinación de un color café oscuro al final del ojo mientras que la parte que se acercaba al lagrimal era un verde anacardo, por último, estaban mis labios estos portaban un hermoso color rojo, que me fascinaba.
Aún atónita con mi nueva imagen, no me sacaba de mi cabeza la conversación de la noche anterior.
« —¿Te gusta mi hermano? –me tomó desprevenida.
—¿Qué? No. ¿Por qué preguntas?
Me escrutó con la mirada antes de responder.
—Anya, cuando viniste con Nate pude sentir una química entre ustedes. No me molesta, al contrario, creo que eres una chica estupenda –suspiró y pensó un momento antes de proseguir–. Por otro lado, no he visto cómo es tu relación con Daemon, pero por este breve momento y la insistencia que me dices que ha tenido, intuyo que se llevan bien. ¿Me entiendes?
—Entonces piensas que alguno de los dos me gustan –entrecerré los ojos.
—O que los dos te atraen, solo que aún no sabes quién te gusta más.
—Amelia, estás hablando de tu hermano –me sobresalté.
—Sí, sí, lo sé, pero a quién le mentimos. En este mundo nadie es un santo, ni mucho menos perfecto. Si quieres usar una careta de santa, okey. Pero no la uses conmigo, soy mujer como tú y he estado en tu posición.»
Me voy a volver loca, pero entendía su punto de vista ya que en todo este tiempo no me había sentado a pensar en cómo me sentía con la compañía de cada uno. Daemon no puede gustarme, ¿no? Si lo pensaba bien llevaba más tiempo tratando a Nate. Y sí mi razón estaba en lo correcto, ¿qué fue lo que ocurrió ayer en el jardín?
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Sinners Heart
Fantasy[+21] Mason era uno de los apellidos más respetados y poderosos que se escuchaba alrededor del mundo, pero las decisiones de esta familia no solo provocaron el posible quiebre de su imperio sino el posible exilio del mundo mágico al que pertenecen. ...