ANYA MASON
Estaba absolutamente nerviosa mientras subíamos por el ascensor. Esta noche usaba un vestido negro un poco suelto y largo hasta por encima de las rodillas, entallado de la cintura, el escote redondo con el frente liso y sin ninguna joya más que un par de pequeños diamantes que no suelo quitarme.
—Tranquila –Daemon apretó su agarre en mi mano–, luces hermosa, además les caerás bien.
Él parecía mucho más tranquilo de lo que yo estaba. Claro, ¿cómo no lo estaría? Si se trataba de sus amigos que para mí eran un grupo de extraños que podrían tener el carácter de mierda y tratarme hipócritamente.
—Gracias, pero no sé si eso me ayude a estar más tranquila –admití a duras penas.
Daemon se giró en mi dirección antes de tomarme en un abrazo. —¿Puedes tratar a toda la élite, pero no a un grupo de chicos?
—Exacto. Una cosa es un grupo de adultos y otra muy distinta a chicos de mi edad. Por si no lo viste bien, no encajo del todo –di un vistazo rápido hacia mi vestimenta reservada.
Al parecer los temores que tanto me estaban frustrando, le ensancharon una sonrisa. Puesto que no quería complacerlo con mi malestar lo empuje, pero él se resistió y en uno de tantos forcejeos terminó robándome un beso corto.
—Si alguien te hace sentir mal nos vamos, ¿está bien?
—Son tus amigos.
—¿Y? Tú eres mi chica y tienen que aceptarte –su confección me provocó replicar, pero antes de que pudiese hacerlo el repique de la llegada a nuestro piso lo evitó.
¿Su qué había dicho?... Su chica.
Daemon me guió por un pasillo por el cual caminé de manera automática, no me fijé en nada más que en él y en nuestras manos entrelazadas, aún procesando lo que minutos atrás dijo. Al llegar a uno de los departamentos tocó la puerta y una chica nos recibió con una gran sonrisa alegre.
—¡Mason! Te tardaste siglos –la chica lo abrazó con efusión provocando que la mano de Daemon abandonara la mía.
Una cabellera oscura con reflejos como el día se abalanzó por un costado, la risa sincera y cargada de alegría era un contagio a mi sonrisa.
—Ya, lo siento, el tráfico estaba horrible –se justificó, pese a que el verdadero motivo de nuestro retraso era que Daemon se había desviado a algunos lugares donde planeaba llevarme.
Así de seguro se sentía para revelarme sus futuros planes, lo curioso es que desde nuestra plática de anoche ya no sentía esa barrera de contención. Al menos no por ahora.
—Aja, ¿y el tráfico tiene nombre? –la chica que estaba colgada de su brazo hizo un ademán hacía mí.
—Harlee, te presento a Anya –se soltó del agarre de la chica para sujetarme de la cintura, acción suficiente para que ella extendiera su sonrisa de oreja a oreja–. Anya, ella es Harlee Barnes, mi mejor amiga.
—Y única, por cierto –añadió mientras extendía su mano–. Un gusto.
—El gusto es mío –sonreí amable al mismo tiempo en que correspondía el saludo.
—Pasen. Todos los chicos están aquí –afirmó alegre adentrándose al departamento.
Cuando Daemon mencionó una fiesta imaginé a muchos chicos en una habitación embriagándose y escuchando música a todo volumen; sin embargo, solo eran dos chicos con cervezas en sus manos y la música a un volumen moderado. Uno de ellos era de tez morena y cabello corto y negro, a comparación del otro chico de tez blanca, cabello negro, pero un poco más largo.
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Sinners Heart
Fantasy[+21] Mason era uno de los apellidos más respetados y poderosos que se escuchaba alrededor del mundo, pero las decisiones de esta familia no solo provocaron el posible quiebre de su imperio sino el posible exilio del mundo mágico al que pertenecen. ...