Chapitre Onze

487 42 22
                                    

ANYA MASON

—Hola, rarita ¿qué haces?

—Rarita –rodé los ojos, reprimiendo una risa–. Se le dice leer.

Me había tomado el tiempo de salir a la terraza del jardín para leer un libro de arquitectura y arte. No quería que en nuestra siguiente tarea me tomaran desprevenida.

—Ya me quedó claro, pero mi pregunta es ¿qué lees? –me arrebató el libro y se alejó.

Me levanté con rapidez e intenté quitárselo, solo que tomó esto como un juego porque rodeó la mesa mientras me tenía siguiéndolo y jalando de su camisa para que se detuviera.

—Dame, Daemon –exigí.

Él solo rió, se detuvo y dio media vuelta provocando que chocara contra su pecho. Su cercanía ya no me molestaba tanto como ocurrió días atrás, solo bastó que compartiéramos tiempo durante una semana para pudiese comprobar lo errada que me encontraba al creer que él deseaba lastimarme como su padre lo intentaba.

Estar tan cerca de Daemon me hacía ver que nuestra diferencia de estatura era más notable cuando prescindía de mis zapatillas, ese hombre era incluso más alto que Nate. Como pude me aferré a mi libro para quitárselo, pero el rubio simplemente no quería ceder.

—Daemon, el lunes tenemos...

—Ya sé, Anya –me interrumpió a la vez que ponía más resistencia–. Hoy es sábado y debemos descansar. Llevamos una semana acudiendo a esos almuerzos con viejos adinerados.

—Es trabajo. Además, cuando te paguen no te estarás quejando.

Movió el libro con tanta brusquedad que me lo quitó de las manos arrojándolo al suelo lejos de nosotros. Fruncí el ceño por su comportamiento un tanto infantil y grosero, no me quedo de otra que ir por el si lo quería recuperar, pero al percatarse de mis intenciones le pareció muy gracioso agarrarme por la cintura pegando mi espalda a su pecho de un jalón.

—¿Qué haces? –intenté avanzar con todas mis fuerzas, pero sus brazos se aferraban tanto a mi cuerpo que era estúpido perder energía pelando–. ¿Puedes soltarme?

—No –rió de manera burlona al notar que de nuevo intentaba alejarme.

Odiaba que desde ese primer evento quisiese estar cerca de mí, sobre todo cuando no podía descifrar del todo las intenciones que tenía, ni siquiera sé cómo describirlo. El punto era que Daemon parecía siempre quererme a su lado. No me molestaba, solo que mayormente intentaba sacarme de mi burbuja, lo que provocaba un conflicto que constantemente terminaba en discusión.

—Anya, el clima está perfecto para salir a dar un paseo, no para estar sentada leyendo.

—Aún no saldremos -ladeé mi cabeza.

—Yo no dije que saldríamos de la mansión –rodé los ojos y sonreí al sentir como se acercaba más rompiendo consigo el espacio personal–. Nube debe de extrañar a su nueva amiga que no la ha visitado –susurró.

—Oye –giré mi cabeza hacia el lado donde se acercó, en su momento no me di cuenta, pero aquel movimiento solo nos dejó cara a cara.

Su aliento casi chocaba con el mío, su mirada gris reparaba cada centímetro de mi rostro, comenzando por mis labios. Mi respiración poco a poco se tornó pesada, esperaba el inevitable golpe de ansiedad que traía consigo, sin embargo, no sucedió. Sus manos lentamente se deslizaron por mis brazos hasta que en cuestión de nada hizo que girará. No tenía idea de que hacía o porque mi cuerpo se movía bajo sus acciones sin protesta alguna, solo sentía curiosidad, pero a la vez cautela, sobre todo cuando noté como levemente se relamía el labio inferior.

Sinners HeartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora