Chapitre Vingt-six

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Daemon Mason

Tuve que soportar una hora de reunión sin romperle la cara a ese ministro, ya que no podía dejar de evocar la carta que encontré tirada cerca de la cama; sin embargo, no me atreví a hacer nada porque Anya estaba demasiado nerviosa con este asunto y, si por alguna razón cedía a mis impulsos, lo que quería, solo provocaría que estuviéramos mal. Además, esto sería un pase directo para Nicholas en Doomstring.

¿Qué es lo que ese imbécil le hizo en la gala? Porque ahora me queda claro que así fue, todo lo sucedido esa noche tiene más lógica.

—El trato que le estamos ofreciendo implica un aumento en el valor de las empresas que estarán bajo nuestra custodia, de esta manera, no solo recuperará su capital invertido, sino que también obtendrá ganancias adicionales –explicó Anya con convicción, aunque su nerviosismo era evidente por las reacciones de su cuerpo.

—¿En cuánto tiempo? –el ministro de poca monta sonreía y miraba a la mujer a mi lado como si yo fuera invisible.

Eso era algo que me hacía enfurecer; solo he podido intervenir gracias a los momentos en los que Anya me ha cedido la palabra. Pero si fuera por ese individuo que se hace llamar ministro, creo que no estaría en mi presente.

—Un año –afirmó Anya con determinación.

—¿Un año? –el ministro rió con sarcasmo.

—Un año –repetí con firmeza, aunque algo molesto.

Mi respuesta provocó que Anya volviera a mirarme con el ceño fruncido. Qué hermosa se ve cuando está enojada, es un atractivo que me ha gustado desde que la conocí. Ya estaba harto de estar encerrado con este tercer individuo incómodo; solo quería que la reunión terminara.

—Entonces es un trato –el ministro pasó su mano sobre un pergamino cercano que anteriormente había sacado.

En dicho papel, empezaron a plasmarse las letras del nuevo acuerdo que se iba a firmar. Al concluir el proceso, el hombre miró brevemente a Anya antes de poner su firma; una vez que terminó, dejó la pluma sobre el escritorio y giró el pergamino para que firmáramos.

Tras dar un suspiro, me puse de pie y tomé la pluma, pero antes de siquiera poder asentarla en el pergamino, este fue jalado, lo que provocó que mirara rápidamente al ministro con evidente enojo.

—Disculpen mi reacción, pero el trato se realiza únicamente con la señorita Mason –dijo el ministro, mostrando un exceso de egocentrismo.

Mientras me erguía, concentré toda mi fuerza en el puño que había formado en mi mano libre; este era el descaro en todo su esplendor. Estaba completamente dispuesto a golpearlo; mi mente me gritaba que lo hiciera. Sin embargo, la suavidad de su mano captó mi atención.

Al verla, noté cómo levemente negó al mismo tiempo que dejaba una caricia en mi puño. Su boca apenas se curvó, lo que me dio la señal para entender que debía controlarme. Ella se puso de pie sin protesta alguna y se acercó al escritorio.

Me costó un gran esfuerzo mantener la compostura y volver a mirar al ministro. Aceptar las condenadas condiciones era una verdadera molestia. Anya no dudó en tomar la pluma que le ofrecí antes de inclinarse para firmar. Cuando lo hizo, noté cómo la mirada del hombre se intensificó, confirmando mis sospechas.

Coloqué mi mano en la espalda baja de Anya y la moví suavemente, acariciándola. Si hubiera sido una mujer que no compartiera mis intenciones, habría reaccionado de inmediato, quitando mi mano. Sin embargo, Anya parecía cómoda bajo mi tacto.

Mientras el trato seguía su curso, no pude evitar que el recuerdo de anoche ocupara mi mente. Había estado reprimiendo el deseo de estar con ella durante un buen tiempo, y parecía que cuanto más me resistía, más intensamente crecía. Claramente, podía notar que Anya experimentaba lo mismo, así que, ¿por qué negarnos?

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