ANYA MASON
Se supone que no debía de venir a la oficina; sin embargo, lo hice porque no podía permanecer más tiempo en la mansión sabiendo que en cualquier momento podría cruzarme con Daemon. Me quedó clara esa posibilidad cuando bajé a desayunar y me encontré a toda su familia reunida. Gracias a un ser supremo que no me notaron y pude salir de la mansión sin encontrarme a nadie.
En fin, debido a los informes para el ministerio es que me encontraba en la oficina de Elijah, para buscar unos documentos que necesitaba. Entre mi búsqueda encontré un archivo que particularmente llamó la atención, estos parecían ser unos informes privados los cuales provenían del área legal del ministerio. En mi curiosidad de saber de qué se trataba, tomé asiento en la silla de mi padre para leerlo.
Conforme leía el informe sentía el enojo ir aumentando. No podía creer que esta familia estuviera tan enferma de soberbia y envidia que preferirían enviar la empresa a la quiebra en lugar de aceptar mi ayuda. En mis manos tenía varias peticiones firmadas por Lucían, Nicholas y un par donde también estaba Armand. De todas las groserías que podía pasar por alto, esta no la iba a tolerar. Les ofrecí mi ayuda sinceramente y ellos solo me apuñalaban o humillaban. Pero se les acabó, porque ahora era yo quien no quería ayudarlos, quien quería dejarlos a su suerte para que supieran lo que era perderlo todo.
—Señor Mason, no puede pasar –alcé la mirada con enojo cuando Lucían entró furioso a la oficina–. Señor..
—Mocosa, quítate de esa silla que tú no eres la dueña del lugar –su enojo era mi satisfacción.
Recuerda Anya: estratégica y firme.
—Laura, déjanos –le pedí amable a la secretaria, quien acató mi orden con algo de temor–. Por lo que a mí me concierne, yo puedo entrar y salir de la oficina de mi padre cuando quiera.
—No es tu padre –aporreó sus manos contra el escritorio.
—Lo es, así que acostúmbrate y deja de ser un niño.
—Una mocosa no puede contra mí –se paseó por la oficina.
—Yo no voy en contra de nadie. Para traiciones y actos de cobardía estás tú.
Lucían perdió la cabeza porque mis palabras le afectaban, caso diferente a las suyas que no me importaban nada. Rápidamente se acercó a mí poniendo su mano en mi brazo y cerrando sus dedos con fuerza, levantándome de un jalón.
—¡Te largas! –escupió frustrado mientras intentaba sacarme.
—¡Suéltame, me lastimas! –me quejé.
—No te voy a soltar. Es más, yo mismo te sacaré de la empresa –estaba decidido a lastimarme y esta vez Daemon no estaría para defenderme.
Tampoco lo necesitaba, no era ninguna damisela que no supiera defenderse de un atacante. Extendí un par de dedos para que mi magia fluyera en un conjuro liberador, no obstante, al realizar el movimiento el ruido de la puerta interrumpió mi concentración.
—¡Lucían! suelta a la niña –la severidad en la voz de Armand me sorprendió.
—No, ella tiene que estar fuera de la empresa.
—Que la sueltes –Armand ordenó aún más imponente que la primera vez.
Lucían me soltó de golpe, ocasionando que tropezara y cayera al suelo, de reojo pude percatarme de su sonrisa satisfactoria por haber intentado humillarme, pero no le duró mucho porque su hermano me tendió la mano para ayudarme a ponerme de pie.
—¿Estás bien? –el primogénito de los Mason observó la marca roja en mi brazo donde Lucían me había agarrado.
—Estoy bien –contesté disgustada.
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Sinners Heart
Fantasy[+21] Mason era uno de los apellidos más respetados y poderosos que se escuchaba alrededor del mundo, pero las decisiones de esta familia no solo provocaron el posible quiebre de su imperio sino el posible exilio del mundo mágico al que pertenecen. ...