Anya Mason
Al entrar al penthouse, lo primero que percibí fue el delicioso aroma de la comida recién preparada, lo que despertó mi apetito casi de inmediato y me condujo directo hacia la cocina. Mientras caminaba, noté que un profundo silencio había invadido todo el ático. Supuse que Daemon también había salido a disfrutar de la ciudad, igual que yo lo había hecho.
Decidí apartar cualquier pensamiento sobre él y encerrar ese sentimiento de abandono que apareció de la nada, ocultándolo en lo más profundo de mi ser. Ese rubio ya no merecía ocupar espacio en mis pensamientos, pues ya había causado suficiente alboroto en mis noches como para permitirle influir en mis días.
De repente, me detuve en seco al pasar por el comedor. Una luz cálida emanaba de un par de puertas apenas entreabiertas, lo que atrajo mi curiosidad de inmediato. Sin pensarlo dos veces, decidí desviarme y entrar al comedor. Al cruzar el umbral, quedé completamente sorprendida. Lo que vi era algo inusual, pero no de una manera negativa u horrible, sino todo lo contrario.
La habitación del comedor se iluminaba únicamente gracias al deslumbrante candelabro de cristal y oro suspendido en el techo. Bajo él, estaba la mesa elegantemente decorada con velas estratégicamente ubicadas y un hermoso arreglo floral en el centro.
Al acercarme a uno de los asientos, noté que había una tarjeta dirigida a mí. Las letras cursivas brillaban en un hermoso dorado que se combinaba con los sutiles adornos en la esquina del papel. Sorprendida e inquieta a partes iguales, tomé la nota y la giré.
El reverso estaba en blanco, lo que inicialmente me hizo pensar que era simplemente una formalidad de los elfos para asignar lugares. Sin embargo, pronto me di cuenta de que estaba equivocada cuando de repente diferentes letras comenzaron a aparecer mágicamente, formando una pregunta: ¿Te gustaría cenar conmigo?
—Imagino que te gustan las flores –su voz me estremeció tanto que dejé caer la nota y miré rápidamente hacia la puerta por donde él entraba–. ¿Te asusté?
Permanecí en silencio, sin mover ni un solo músculo. No era por ser grosera ni porque no quisiera hacerlo, simplemente estaba procesando lo que estaba ocurriendo.
Daemon, al darse cuenta, bajó levemente la mirada y sonrió apretando sus labios. Mi ansiedad no tardó en hacerse presente en cuanto comprendí que deseaba arreglar las cosas. Una mezcla de emoción me empujaba a que hablara, aunque me resistí.
Experimenté una intensa sensación de déjà vu al verlo con esa actitud relajada, su sonrisa desvergonzada y su maldita vestimenta que lo hacía lucir tan apuesto.
Lo detesto.
—Entonces, ¿aceptarías cenar conmigo? –el timbre de su voz fue excesivamente coqueto.
Daemon se mostraba tan confiado que no vaciló en acercarse a mí; lo más probable es que pensaba que con su actitud segura podía convencerme de olvidar lo que me hizo. Debía mantenerme firme en mi decisión de evitarlo, tal como lo había planeado desde un principio. Aunque, honestamente, me sentía como una cobarde, huyendo a cada instante, ya que me habían enseñado a afrontar cualquier situación, aunque no precisamente una como esta.
—Any –rápidamente agarró mi mano para detenerme.
El uso del diminutivo de mi nombre me llevó directamente a evocar la conversación que tuvimos sobre ese tema. Una mezcla de nostalgia e ira comenzó a empañar mi máscara de tranquilidad, intentando resquebrajar y liberar una parte de mí que no creía tener. Definitivamente, necesitaba alejarme de él o no sería capaz de contener todo lo que tenía atrapado dentro.
Me solté de su agarre con la misma rapidez con la que me había sujetado, mientras mi mirada se clavaba en la suya, mostrando un lado frío que sabía que se tambaleaba por su culpa.
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Sinners Heart
Fantasy[+21] Mason era uno de los apellidos más respetados y poderosos que se escuchaba alrededor del mundo, pero las decisiones de esta familia no solo provocaron el posible quiebre de su imperio sino el posible exilio del mundo mágico al que pertenecen. ...