ANYA MASON
Llegué unos minutos antes de la hora prevista a pesar de que el cansancio me estaba matando. Mi mente me torturó toda la noche creando visiones en las que Daemon atravesaría las mismas puertas que yo, a pesar de todos mis deseos de mantenerlo alejado. Desde entonces, he estado atenta a cualquier movimiento, especialmente cada vez que escuchaba a la tripulación subir a bordo.
¿De verdad quería que no viniera? Me preguntaba lo mismo cada vez que me estremecía.
—Señorita Mason, estamos a punto de despegar, ¿puede abrocharse el cinturón de seguridad? –informó la azafata.
—Sí, por supuesto –apenas se retiró me di cuenta de que una segunda azafata estaba cerrando la escotilla.
Era un hecho de que este viaje lo haría sola. Al instante la frustración me golpeó fuerte en el estómago como si algo estuviera mal, solo entonces acepté que realmente esperaba que desobedeciera mis órdenes.
—Tonta antes, tonta ahora –murmuré.
De la nada, mi piel se erizo al percibir un aroma familiar, las notas de bergamota y lavanda eran tan adictivas que mi cuerpo reaccionó de una forma anormal. Consideraría que se trataba de alguien de la tripulación, pero no podía engañarme de esa forma tan vil.
—Joven Mason, puede tomar asiento. Cuando le indiquemos podrá volver a su oficina –explicó la azafata.
—De acuerdo.
Mi corazón latió rápido cuando lo escuché acercarse, su mera presencia ya era suficientemente devastadora para mí, lo peor fue que ni siquiera volteé a mirarlo. Rápidamente saqué la carpeta de mi bolso y la acomodé para simular que estaba leyendo.
Se supone que tener un escudo me ayudaría a sentirme menos expuesta y consigo a calmar mi ansiedad, sin embargo, dudaba que este último fuera posible porque juraba que se podían escuchar los latidos de mi corazón por todo el avión, sobre todo cuando enloquecieron al notar a través de mis pestañas que Daemon estaba justo frente a mí. Y no estoy hablando del asiento de enfrente. Oh, no, estoy hablando de que el hombre de ojos grises se encontraba de pie a centímetros de mí. Ni siquiera tenía que levantar la mirada para percibir la presencia de sus ojos sobre mí.
De repente, se inclinó hacia adelante, obligándome instintivamente a mirarlo y a echarme para atrás en mi asiento; su cabeza ligeramente inclinada hacia un lado, acompañado de esa sonrisa que liberaba mariposas en mi estómago y sensaciones en mi cuerpo.
—Creíste que no vendría –dijo, manteniendo sus ojos fijos en los míos.
—No creía nada.
Por dentro estaba temblando ante la petición silenciosa de mi cuerpo de un acercamiento mucho más invasivo, pero por fuera era una máscara de seriedad. A estas alturas del juego no valía la pena pelear puesto que no me enseñaron a ganar a base de discusiones sino de estrategia. Daemon, disgustado con mi reacción impasible, se atrevió a colocar uno de sus dedos en mi mejilla para moverla sutilmente en una caricia que agravó todas mis emociones. Mi orgullo y mis instintos impulsivos luchaban con fuerza por ver quién controlaría mi cuerpo.
Lo mejor que podía hacer era evitarlo, pero justo cuando quise alejarme de su toque, él tomó mi barbilla para acercarme, dejando entre nosotros unos milímetros.
—No te resistas, sabes que quieres que esto suceda –su voz era más ronca y sensual, más ardiente y tentadora.
—¿Qué estás haciendo? –me moví intentando zafarme, pero solo conseguí que nuestros labios se rozaran.
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Sinners Heart
Fantasy[+21] Mason era uno de los apellidos más respetados y poderosos que se escuchaba alrededor del mundo, pero las decisiones de esta familia no solo provocaron el posible quiebre de su imperio sino el posible exilio del mundo mágico al que pertenecen. ...