Anya Mason
Me deslicé en un par de jeans negros que ceñían mis piernas, complementados con una blusa roja de cuello alto a juego con mis zapatos, y me enfundé en un blazer del mismo color que los pantalones, todo por la premura del tiempo. Todavía me preguntaba por qué Elijah tenía esa extraña actitud, como si quisiera desquitarse con el pobre elfo.
Hasta ayer, mi rutina había sido prácticamente idéntica a la de los días anteriores, salvo por el encuentro con Daemon. Sin embargo, algo estaba pasando por alto, algo que...
¡Maldición, Nate!
Detuve mi ascenso por la escalera, abrumada por la culpa de haber olvidado nuestro compromiso. ¿Qué se suponía que le diría? ¿"Lo siento por no avisarte, pero estaba entretenida con el miembro de tu primo"?
Mis ojos se abrieron de par en par, casi como si fueran a salirse de sus órbitas. ¿Cómo había pasado de ser una persona educada a soltar palabras tan sorprendentemente vulgares? Aunque, para ser justa, no había dicho una sola mentira.
Definitivamente, algo en mí estaba cambiando.
Decidí seguir hacia el comedor, tratando de dejar atrás la tormenta de cuestionamientos que amenazaba con arruinar mi día. Con cada paso que daba, respiraba profundamente, preparándome para lo que fuera a venir. Sin embargo, al cruzar las puertas del comedor, reconocí al instante un par de voces familiares.
Sigilosamente, me asomé sin ser vista y observé a Daemon y Aliza, quienes parecían estar inmersos en una conversación que claramente no era placentera. El ceño fruncido de Daemon hablaba por sí solo, mientras que Aliza, con una sonrisa enigmática, tocaba su hombro de una manera que me revolvía las entrañas.
La sensación se intensificó cuando la mano de Aliza acarició la mejilla de Daemon. Mis propias manos empezaron a hormiguear, como si ansiaran agarrar su muñeca y apartarla de forma brusca.
"¡Controla tus impulsos!"
Era absurdo sentir celos. En primer lugar, Daemon no era mi novio. En segundo lugar, si lo que sucedía entre nosotros le importara realmente, me habría dado un lugar claro en su vida. Nuestra relación estaba envuelta en secreto, lo que significaba que debía ser paciente y aprender a lidiar con estas sensaciones.
Me asomé de nuevo, observando una sonrisa amable dibujarse en los labios de Daemon. Estaba disfrutando del momento, y de alguna manera, no podía culparlo por ello. Todo estaría perfecto si no fuera por la presencia de Aliza.
No podía olvidar que Kaur era manipuladora y agresiva, lo cual me mantenía alerta. Las peticiones de Harlee y Amelia solo me llevaban a sobreanalizar la situación, tratando de descifrar su estrategia para controlar a alguien que claramente podía detectar las artimañas de otros.
Daemon era demasiado astuto como para pasarse por alto algo tan evidente.
—Espiar es de mala educación —comentaron a mis espaldas con un tono tranquilo y profundo.
Me giré rápidamente, encontrando su mirada intensa y misteriosa. Apenas se insinuaba una dulce sonrisa en sus labios, marcando ligeramente las arrugas que se formaban cerca de sus pómulos. ¿Qué hacía aquí? Inclinó la cabeza ligeramente, reduciendo su expresión, y arqueó una ceja al enfocar su mirada de nuevo en mí.
Recordé de repente la cena.
—Nate, lo siento tanto... —me disculpé.
—Jóvenes —interrumpió el elfo—, el señor Mason los espera.
Ambos asentimos y nos dirigimos hacia la terraza. La compañía de Nate en ese momento era reconfortante, pero al mismo tiempo inquietante. No quería que pensara que había jugado con sus sentimientos o que lo había ilusionado para tenerlo como aliado. Aún no sabía exactamente con lo que estaba lidiando, pero si lo que se avecinaba era una revelación relacionada con Daemon, no quería que Nate se enterara de esa manera.
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Sinners Heart
Fantasy[+21] Mason era uno de los apellidos más respetados y poderosos que se escuchaba alrededor del mundo, pero las decisiones de esta familia no solo provocaron el posible quiebre de su imperio sino el posible exilio del mundo mágico al que pertenecen. ...