Chapitre Vingt-neuf

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Anya Mason

El aire fresco resultó un bálsamo para mi mente, que estaba hecha un lío. Como sospechaba, anoche después de la cena, no pude conciliar el sueño en absoluto. Por un lado, mi mente divagaba en torno a Nate, en lo dulce y encantador que era cada vez que estábamos juntos, en la sensación de tranquilidad y seguridad que me proporcionaba, y sobre todo, en los momentos felices que compartíamos.

Por otro lado, estaba Daemon. Él era un torbellino de emociones: deseo, pasión, lujuria, y una serie de sensaciones indescriptibles, pero igualmente placenteras. Con él, los momentos de calma cobraban un significado especial; siempre había espacio para una discusión, aunque en lugar de verlo como algo negativo, lo interpretaba como una oportunidad para demostrar que era lo suficientemente fuerte como para enfrentar cualquier adversidad.

«—Eres hermosa, recuérdalo —susurró en mi oído».

La obstinación de Daemon me llevó por un camino difícil, uno donde mi vulnerabilidad, inseguridad y dolor quedaban expuestos. Podía confiar en Nate; mis instintos nunca me habían fallado en ese sentido. Sin embargo, con Daemon, todo parecía diferente e inexplicable.

Un relincho llamó mi atención y me arrancó de mis pensamientos, devolviéndome al mundo real. Sin darme cuenta, había caminado hasta la parte del jardín que conducía a los establos, así que aproveché el momento para visitar a Nube.

El caballo blanco pareció percatarse de mi presencia, ya que a corta distancia noté cómo alzó la cabeza y la agitó. No estaba seguro de si se mostraba feliz o enojado por no haberlo visitado en varios días.

—Hola, preciosa —acaricié su pelaje con ternura para calmar sus fuertes exhalaciones—. Siento no haber venido antes; estuve de viaje.

Un movimiento cerca de mí hizo que mi cabello se alzara, lo que me hizo reír.

—También te extrañé —pegué mi cabeza a la suya mientras continuaba acariciándola.

Un relincho justo detrás de mí interrumpió mi conexión con Nube. Cuando me volví sobre mis talones, noté que Rayo nos observaba detenidamente. Su postura parecía tensa en comparación con la de Nube; sus músculos estaban tensos en las patas y su cuello estaba erguido.

Un segundo relincho hizo que Nube respondiera de la misma manera. No sabía si Rayo lo estaba reprendiendo o si simplemente sentía celos. De cualquier manera, un instinto innato me impulsó a acercarme a él tan pronto como lo vi.

Sin titubear, avancé unos pasos hasta mantener una distancia respetuosa de su espacio. Extendí la mano hacia el caballo y la mantuve así para evitar ejercer presión sobre Rayo. Debía ser paciente para ganarme su confianza, y si él mostraba resistencia, prefería no forzar la situación.

El caballo observó mi mano y pareció entrecerrar los ojos, aunque admito que puede sonar extraño. Sin embargo, su nariz se acercó a mi palma y comenzó a olfatearla. Casi al instante, escuché un relincho más suave y tenue que provenía de Rayo. Esta fue la señal que necesitaba para colocar mi mano en su cabeza y acariciarlo de la misma manera en que lo había hecho con Nube.

—Cauteloso —la cabeza del caballo se movió de arriba abajo—. Me gusta.

Sonreí en ese momento, dándome cuenta de que pasar tiempo con este par de caballos lograba hacerme sentir mucho mejor. El cansancio debido al insomnio y el agotamiento mental que estaba experimentando parecían disiparse.

—También pareces fascinar a los caballos —su voz sonó firme.

Mi cuerpo se tensó inmediatamente, aunque mantuve la calma.

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