Chapitre Trente-trois

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Anya Mason

Tenía en cuenta que Daemon quería intentarlo a su manera porque ya me había mencionado sobre los castigos. Si hablaba de eso, era porque sabía mucho al respecto, no sabía hasta qué punto, pero sentía curiosidad por averiguarlo.

—Los ángeles no deben jugar de esa manera —lo observé dirigirse a uno de los muebles no tan lejos de la puerta.

Me estaba subestimando, lo cual para mí era un desafío. Sonreí en el momento en que me puse de pie, no para acercarme a él, sino para demostrarle que todos hemos explorado la oscuridad y hemos hecho cosas en ella.

Metí mis manos bajo mi vestido y, lentamente, deslicé la tela de mis bragas hasta quitármelas. Luego, me erguí y las dejé caer justo encima de su mesita de noche.

Instintivamente, chasqueé los dedos para encender las lámparas de noche, pero luego, con un gesto descendente de mi mano, las atenué para crear un ambiente más cálido. Era fundamental que Daemon disfrutara del espectáculo que estaba a punto de ofrecerle.

Llevar a cabo esta tarea no parecía ser tan difícil, dado que lo vi acomodarse en su lugar con elegancia, cruzando una pierna y llevando una de sus manos a su cabello, sin apartar esos ojos grises de mí.

—Siempre he tenido presente que en mi pasado fui utilizada como un medio para un fin —me arrodillé en el colchón, asegurándome de no levantar mi vestido en el proceso.

Daemon presionó su dedo índice contra sus labios, aparentemente conteniendo sus pensamientos o considerando su respuesta. Era difícil anticipar sus impulsivos pensamientos. Sin embargo, debía ser cautelosa, pues sabía que este hombre podía tener ases bajo la manga.

—Al no encontrar satisfacción, empecé a disfrutar de las noches para conseguir lo que deseaba—abrí las piernas, permitiendo que la tela del vestido cubriera mi intimidad—. Intentaron inculcarme que masturbarme solo me traería maldad, sin embargo, la oscuridad me ofreció un refugio.

Lentamente, subí mi vestido mientras sus ojos grises seguían atentos a cada movimiento.

Al subir mi vestido, noté cómo el rubio, quien aún mantenía silencio, se tensaba ante la visión de mi intimidad al descubierto. Aproveché su distracción para mover mi mano sutilmente y lanzar un hechizo que lo inmovilizó, asegurándome de que no pudiera levantarse.

Una vez segura de su incapacidad, me recosté hacia atrás, apoyándome en uno de mis brazos mientras la otra mano serpenteaba por mi cuerpo, deteniéndose finalmente en mi sexo. Mis dedos acariciaron delicadamente la parte externa de mi vagina hasta abrir mis labios, exponiendo mi clítoris y mi hendidura, sólo para él.

—Puede que no sea lo mismo si lo comparamos, pero aprendí a mantener una mente abierta y dispuesta a probar antes de juzgar —susurré mientras un dedo recorría mi clítoris y luego descendía hacia mi entrada, penetrándome lentamente.

—Any —Daemon intentó levantarse en vano, ya que el hechizo lo mantenía inmovilizado.

Rápidamente, intentó revertir lo que había hecho, pero fui más rápida.

—Ranka-rep —musité, dejando sus brazos y manos inmóviles en los reposabrazos.

Había tenido que interrumpir mis caricias para asegurarme de que él permaneciera en su lugar. Daemon no quería castigarme, así que lo estaba provocando con su propio castigo por haberme dejado con la curiosidad insatisfecha.

Un nuevo movimiento de mi mano hizo que un dildo generoso apareciera frente a mí, aunque distaba mucho de igualar las dimensiones del miembro de Daemon, era lo suficientemente largo para satisfacerme. Lo había adquirido antes de mi viaje a Helsinki y, aunque solo lo había usado en una ocasión, no había disfrutado de la experiencia ya que mi mente se debatía entre el placer y el dolor de una fantasía que se desataba.

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