Chapitre Dix-neuf

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ANYA MASON

La pelea entre Daemon y Nate no me tenía tan alegre, sobre todo cuando este último se encontraba lastimado: su labio inferior sangraba, no mucho, pero lo suficiente como para que tuviera que curarlo. ¿Cómo es que llegaron hasta ese punto?

Lo único rescatable de esa situación fue la liberadora cachetada que recibió Aliza. En ese momento había dudado, pero al carajo los modales, ya me tenía cansada y no era la primera vez que se atrevía a ofenderme.

Se lo merecía.

Recurrir a la violencia no era mi primera opción, aunque sí que lo disfrute a pesar de que fuera por un momento, dado que ver a Daemon apretó mi estómago y mi corazón. Haberlos encontrado provocó que me quedara estática, o al menos hasta que me percaté cómo estaban listos para usar la magia para lastimarse.

No iba a permitir eso.

Mi deseo de ayuda surgió con gran fuerza cuando noté los golpes de Daemon, sin embargo, mi orgullo me refreno al recordarme cuánto me lastimó. En su lugar, dirigí mi atención a Nate, quien más merecía mi ayuda; él volvió a Londres para apoyarme sin que yo tuviera que pedírselo o buscarlo.

—Anya –sujetó mi mano con la que limpiaba sus nudillos rotos.

—Lo siento, ¿te lastimé? –lo miré detenidamente.

No me había dado cuenta de lo cerca que estábamos el uno del otro hasta que me llamó. Nate alcanzó mi mejilla y la acarició con delicadeza mientras una sonrisa tierna se dibujaba en sus labios. La inquietud se había ido en contraste de la primera vez que estuvimos así de cerca; es como si algo en mí hubiera cambiado.

Lentamente comenzó a cerrar la distancia entre nosotros con la obvia intención de besarme, la diferencia era que ahora no permitiría que mi miedo tuviera el poder de hacerme retroceder; simplemente me dejaría llevar por momento.

Cerré los ojos esperando sentir nuestra unión; sin embargo, en medio de la oscuridad vislumbré aquellos labios que habían dominado mi boca, arriesgándose a recibir una dura represalia por hacerme sentir su cuerpo contra el mío. Ese hombre se robó mis anhelos y se apoderó de mis deseos sin darme cuenta.

El cálido aliento de Nate acarició mis labios, haciendo que abriera mis ojos para encontrarme con su mirada que pedía mi permiso. Esto no se sentía bien, no podía hacerlo. Reprimí un gemido en el fondo de mi garganta en el instante en que me di cuenta de que no podría corresponderle.

—Nate lo siento –dije tras girar mi cara a un lado y ponerme de pie.

—Es por él, ¿no es así? –me cuestionó.

Si.

—No –mentí.

—¿Qué sucede? –se levantó y se paró frente a mí–. Anya, ¿puedo besarte?

Me sorprendió escuchar su pedido ante un acto que lo consumía. Daemon ni siquiera se atrevió a pedirme permiso, solo tomó lo que quería.

—No puedo –dije sinceramente, dando un paso atrás para marcar la distancia entre ambos.

Él no parecía sorprendido, sino más bien preocupado por saber cuál era la razón de mi rechazo.

—Anya, ¿es por Daemon? –veía que la persistencia venía de familia.

No podía ser completamente sincera con Nate porque mi egoísmo pedía que lo mantuviera cerca, y si le decía lo que pasaba por mi cabeza, solo lo iba a terminar alejando.

—Ann –sujetó mi mano–. Está bien, simplemente no quiero que te lastimen. Daemon es tan inseguro que no sabe lo que quiere.

—Lo sé, Nate –bajé la mirada–. Ahora solo estoy pensando que tengo que hablar con mi padre. Necesito estar fuera de la mansión cuando él no esté.

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