Chapitre Quatorze

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ANYA MASON

El cosquilleo comenzó en mi cuello descendiendo de a poco por mi hombro, volviéndose una suave caricia que se deslizó por mi cintura dejando percibir sus dedos en contacto con mi piel, sus labios se deleitaban dejando un rastro húmedo que me estremecía con sensaciones que se arremolinaban en diversas partes de mi cuerpo. Apreté con fuerza mis piernas para sentir un poco de alivio en mi intimidad que ardía por ese extraño toque que me estaba por volver loca mientras anhelaba un extra de algo que desconocía.

—Eres hermosa, Anya –susurró en mi oído antes de lamer mi lóbulo y apresarlo volviendo todas mis sensaciones más intensas.

Estaba excitada, vaya que lo estaba y demasiado. Hace tanto tiempo que no me sentía así de viva, tanto que había olvidado lo bien que era perder el control. Pero, ¿podría hacerlo en este momento? Quería hacerlo y lo quería con él.

Poco a poco levanté mi rostro para que sus labios se alojarán en los míos moviéndose en sincronía, su lengua no tardó en pedir permiso para entrar concediendo al instante su acceso. La suave punta masajeo la mía incitando a que lo imitará e invadiera con mi calor, mientras que su palma se extendía en mi abdomen, empujando mi cuerpo hacia el suyo dónde su erección terminó chocando contra mi trasero.

Mi respiración completamente irregular y acelerada se combinaba con la suya que se percibía pesada y apenas agitada, mi corazón palpitaba con tanta fuerza que lo sentía en un punto dulce e íntimo. Lo deseaba, no podía negarlo. Su olor era como una droga que me mantenía mareada, sus suaves labios me volvían adicta, sus manos en mi cuerpo tocándome casi me hacían rogar por más con cada movimiento que realizaba inconsciente.

—Daemon...

Sonrió mientras subía su mano por mi piel desnuda hasta mis senos únicamente cubiertos por la blusa del pijama.

—¿Me deseas? –preguntó derrochando seducción y lujuria a la vez que continuaba besando cada rincón de mi cuello.

—Si –mis bragas se humedecían cada vez más.

—Déjate ir, déjame liberarte –asentí mientras jadeaba–. Sé mía, dulce princesa, sé completamente mía.

Me volvía loca, me sacaba de quicio cada que me peleaba, pero a pesar de ello no sé alejaba, se mantenía constante, insistente, nunca se limitaba.

—Si.

Tras responder me besó aún más hambriento que aquel beso que tuvimos en la alberca. Mi corazón ardía en las mismísimas llamas del infierno porque yo no era una santa y ya no era más una joven delicada con normas, simplemente era una mujer viviendo la vida que ahora se me daba.

Había tomado una decisión incluso antes de saberlo, era él esa nueva oportunidad que necesitaba. Coloqué una de mis manos sobre la suya para guiarla por un caminó más abajo de dónde se limitaba. Sus dedos tomaron el rumbo que deseaba acariciando mi vientre de una manera que me erizaba cada rincón de mi cuerpo. Mis jadeos parecían solamente quejidos a punto de transformarse en gemidos, cuando algo extraño me exaltó.


Me desperté en medio de la madrugada sintiendo mi intimidad completamente húmeda, mis sábanas estaban hechas un asco mientras que una de mis manos se encontraba dentro del pantalón del pijama y la otra yacía muy cerca de mi seno.

No, no, no, no podía pasarme esto. ¿Cómo mierda iba a desearlo de esa manera? Solo fue un beso, solo una salida y algunas pláticas. ¿Qué lo hizo diferente? Mi corazón galopaba como si hubiera corrido como una desquiciada o si acabará de tener el mejor sexo de mi vida.

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