DIEZ

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La semana había pasado volando, hubo algunos tropiezos y desacuerdos, así como también desafíos con el pequeño bebé. Sin embargo, no mentiría si dijera que no había disfrutado hasta el mínimo detalle de esos 7 días.

Kraisee ya no lloraba durante las noches y tampoco durante el baño, a decir verdad no esperaba menos, su pequeño y adorable bebé no era berrinchudo a menos que algo le estuviese molestando de verdad.

Tampoco podía quejarse de la compañía y es que cada día Tinn parecía sorprenderlo con una pequeña acción o comentario que le revolvía las burbujas en su interior y le dejaba sin habla.

Ese hombre era perfecto y él lo sabía, usaba sus encantos en contra suya y le encantaba. Cada día estaban más cerca de formas que jamás habría imaginado y se preguntaba...

¿Qué había cambiado en su amigo?

Ahora podía decir con claridad que él no era el problema, él era el mismo, pero Tinn... Estaba algo raro y no un raro malo, todo lo contrario.

¿Podría ser...?

Después de tanto tiempo, ¿Podría ser que su amigo había desarrollado sentimientos por él?

El sólo pensarlo le traía felicidad a su corazón y es que no se lo estaba imaginando, las pruebas estaban por todas partes. En los girasoles que Gun había puesto en un florero sobre la mesa al recibirlas del más alto, en el collar con forma de corazón que llevaba en el cuello y que Tinn le había obsequiado la noche anterior...

Habían tantas señales, tantos momentos juntos que ya se percibían de otra manera, una manera especial, íntima y cariñosa.

El tan sólo recordar que cada noche se abrazan al dormir, el sentir los pies de Tinn acariciar a lo largo de su pierna durante la noche y la respiración del más alto en su nuca...

Gun se estremeció ante tanto pensamiento. Agitó la cabeza de izquierda a derecha y se concentró en el desayuno, no quería que nada terminase quemado por sus fantasías.

Escuchó los pasos de Tinn en el segundo nivel y luego, los mismos bajar por las escaleras.

Giró su cuerpo para observar a Tinn con Kraisee en los brazos. Tenía razón, esos dos eran como uña y mugre. Era adorable.

-Buenos días - saludó su amigo y arrastró una silla hacia el desayunador para sentarse y observarlo cocinar.

-Estoy cocinando con aceite, ten cuidado porque les puede salpicar.

-Está bien, aquí estamos bastante lejitos.

Gun asintió.

-¿Dormiste bien?

-Mhmm, como un bebé. Tener un peluche personal si te relaja demasiado.

-Ha ha ¡HA! Que Gracioso.

-Vamos, te gusta que te abrace por las noches- murmuró mientras bajaba la vista hacia el bebé.

El más bajo no respondió nada, se limitó a observar a Tinn y el como trataba de componerle los diminutos zapatos a Kraisee.

El más alto había insistido en comprarle un par, alegando de que Kraisee se vería adorable con ellos. Gun aceptó la idea, pero el bebé tenía dos meses y no quería que nada le apretara o lastimara sus pies. Al final, ambos optaron por un par de zapatos de Crochet, color café claro, casi rojizos.

Le sorprendía lo rápido que ambos se habían encariñado con Kraisee. Había pasado una semana y ya sabían cambiar pañales, preparar biberones, dar baños y controlar el llanto del pequeño.

Sin embargo, había algo que inquietaba a Gun y era el hecho de que Kraisee no se quedaría para siempre, en algún momento le conseguirían una familia y no lo volverían a ver.

Frunció el ceño inconscientemente y se dedicó a revolver lo que tenía en la sartén, sin dejar de pensar en lo que el futuro les tenía preparado.

Las dos semanas llegarían a un final, debía proponer sus ideas a su mamá para ese entonces y escuchar las de ella para tomar juntos una decisión que cambiaría la vida de Kraisee para siempre.

¿Qué significaba eso?

Pues, significaba no más tardes de baño, no más juegos con peluches y no más momentos entre Tinn y Kraisee. No más abrazos, no más sonrisas , no más pataleos para mostrar felicidad.

No más nada.

Todo se acabaría y su vida universitaria daría inicio. Ambos vivirían juntos así que no debía preocuparse por no ver a Tinn a diario. Pero, no sería lo mismo ¿Verdad?

Habían formado una rutina, una forma de vida... Una familia. Si, había sido en 7 días, pero se sentía bien, se sentía en casa y podría jurar que había vivido de la misma manera por unos 7 años.

Suspiró y sintió como su corazón se oprimía dentro de su pecho. Apagó el fuego y se apoyó sobre la encimera de la cocina en lo que lograba calmarse, no quería provocar un accidente.

-¿Gun? ¿Todo en orden?

-¿Uh?, Si, todo está bien. Sólo me sentí mareado por un momento.

-Yo puedo terminar el desayuno si no te sientes bien.

-No, no déjalo. Ya estoy mejor.

Tinn no dijo nada más, sabía que algo andaba mal. Quizás su amigo estaba cansado, agotado por cuidar a Kraisee y no lo culparía si ese fuera el caso, él también sentía los músculos algo tensos en su espalda y cuello.

Habían trabajado duro, pero no se sentía como un trabajo. Era extraño, sentía como si todo fuese lo más normal del mundo y le gustaba. Gun era su hogar y el pequeño bebé se había ganado un espacio en su corazón.

¿Qué pasaría al finalizar la Semana número 2?

No lo sabía y no quería pensar en eso por el momento. Quería que Gun estuviera bien, que se sintiera descansado y lleno de energía otra vez.

Pensó por unos segundos en silencio, sintiendo como Kraisee se removía en su abrazo y luego, una brillante sonrisa adornó su rostro. Una gran idea había llegado a su cerebro y sólo debía llamar por teléfono a quien sería su cómplice.

Desayunaron entre sonrisas como lo habían hecho todas las mañanas, pero Tinn pudo confirmar que algo no andaba bien con su mejor amigo, sus sonrisas eran... ¿Melancólicas?

Oh no, extrañaba a su Gun. Su sonriente y vibrante cantante que siempre irradiaba rayos de luz de su cuerpo e iluminaba una habitación por completo sólo con su sonrisa.

La pantalla iluminada de su teléfono, le indicó que había recibido un mensaje y al revisarlo, su semblante pasó de preocupado a emocionado.

Miró a su compañero, quien ya lo observaba con el ceño fruncido y alternaba su vista del teléfono a él y luego, nuevamente al dispositivo móvil.

No podía ante los celos de su amigo, eran tan tiernos y su corazón saltaba de alegría al notar que ya no trataba de esconderlos y eran más frecuentes.

-¿Sucede algo?- le preguntó sin borrar su sonrisa .

-¿Quién te escribió?

-Nadie.

-Mmm, ¿Entonces por qué sonríes así?

-Digamos que recibí buenas noticias - estiró su brazo a lo largo de la mesa y tomó la mano del cantante, ganándose un sonrojo y consiguiendo que abriera los ojos como si hubiese visto un fantasma

-¿Qué haces?

-¿Quieres salir conmigo?

Dos Chicos y un BebéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora