CUATRO

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En la primera noche, a Gun se le hacía difícil contener su felicidad, sentía las burbujas flotar dentro de él y esa misma sensación se reflejaba en su rostro.

Había despedido a su mamá en la puerta, pues le había recomendado que pidiera un Uber para llegar directo sin tener que tomar transporte tras transporte.

Le prometió unas seis veces más que no haría nada fuera de lo común, no quemaría la casa y por supuesto, que ella no recibiría llamadas de la policía o servicio social.

Sin más que agregar y viendo que el auto de su mamá había desaparecido entre la oscuridad de la noche, se adentró nuevamente a la casa para encontrar a Tinn cocinando.

Las burbujas cada vez eran más grandes al igual que su ansiedad, Tinn se quedaría dos semanas a su lado, pasaría todo el día y todas las noches junto a él.

La mente de Gun se estaba dejando llevar, imaginando todo tipo de escenarios en los que podrían meterse inconscientemente. Pero, por ese momento, sólo sentía su corazón latir fuerte al ver a su "mejor amigo" en la cocina con un mandil puesto, mientras hablaba con el bebé, quién estaba en su canasta sobre el desayunador.

-Por eso no preparo huevos con chile jalapeño- lo escuchó mientras revolvía algo en una sartén.

Se acercó a ellos y depositó un suave beso sobre la frente de Kraisee.

-¿Qué estás haciendo?

-Preparo huevos revueltos para cenar, bueno, para mí. A ti te preparé huevos cocidos, están por allá - señaló con la cabeza sin apartar la vista de la estufa.

-Mmhm ya veo, gracias Tinn.

-Ya sabes, siempre se me ha dado la cocina.

-¿Enserio? Desde que te conozco sólo sabes cocinar huevos.

-Shhh - murmuró mientras le hacía un gesto con la cabeza en dirección al bebé -No quiero que piense que soy un inútil.

-Tinn tiene 2 meses a lo mucho.

Ambos dirigieron su vista hacia Kraisee, quien los observaba atentamente con sus ojos bien abiertos.

De repente, Gun sintió una punzada en su pecho y la preocupación lo invadió ¿No estaba muy cerca de la cocina? Algo podría salpicar y luego quemarle ¿No?

-Mejor voy a llevarlo a una de las mesas. Será más seguro para él.

-Tienes razón - afirmó -Dale, yo termino aquí, ya no falta mucho.

Gun asintió con una sonrisa y pudo apreciar el mismo gesto en Tinn, había en sus ojos algo que no pudo identificar. Es decir, Tinn siempre lo había visto de una manera que hacía que sus piernas quisiesen ceder ante el peso de su cuerpo, pero esa vez era diferente.

Parpadeó varias veces con una tímida sonrisa en su rostro, se alejó mientras lo dejaba en la cocina y llevaba a Kraisee hacia una de las mesas, para luego, tomar asiento en una silla.

Pasaron alrededor de unos 15 min. Para que Tinn comenzara a poner la mesa, es decir , los cubiertos y los vasos que utilizarían. Cuando todo estuvo listo, llevó ambos platos a la mesa y se sentó frente a Gun para que ambos pudiesen comenzar a comer.

La comida que había preparado Tinn siempre sabría exquisita, aunque sólo supiese preparar huevos, estaban hechos por él y Gun sabía que su compañero sólo cocinaba para su persona y eso lo hacía aún más especial.

El ambiente a su alrededor parecía distinto, se sentía cálido, más de lo habitual y ambos se dedicaban pequeñas sonrisas que compartían con Kraisee, quién se limitaba a observar el movimiento del tenedor con la comida .

La atmósfera era familiar y por un momento Gun pudo fingir que eran una familia, una pequeña y feliz familia. Ese pensamiento delicioso de pertenecerle a Tinn, de ser no sólo su amigo, sino también su amante.

-¿Me escuchaste?

-Mm, ¿Qué?

Tinn rio -Estás más disperso que de costumbre. Además de visitar la luna ¿También pasaste por Marte?

-Eres un idiota.

Ambos rieron.

-Te preguntaba si querías que mañana vayamos a comprarle algunas cosas a Kraisee. Digo, no puede tener la misma ropa dos semanas.

Gun asintió -Tienes razón.

-Bueno, está decidido.

Ambos terminaron su cena y no perdieron tiempo en recoger los trastes para poder lavarlos e irse a acostar.

Gun suspiró mientras recibía los platos de Tinn y los colocaba en el canasto para que se secaran -Dime ¿Qué te dijo tu mamá de que no pasarás estas dos semanas con ella?

-Bueno, sorpresivamente no se molestó. Sólo me dijo que mientras pasara la última semana con ellos, no habría problema.

-¿Qué dijo de Kraisee?

Tinn dejó de restregar con la esponja y se quedó callado por unos segundos para luego, plantar en su rostro una sonrisa.

-La verdad, no le dije.

-¿No le dijiste?

-Sabes cómo es, si le decía iba a inventar muchas cosas en su cabeza o podría venir todos los días a querer hacerse cargo por no creernos capaces.

-Supongo que tienes un punto. Entonces, ¿Qué inventaste?

-Que tu mamá debía ir a cuidar a tu tía y no quería dejarte solo en casa.

-Genial, suena a que soy un mocoso que no puede quedarse solo en su casa a los casi 19 años.

Tinn sonrió y secando sus manos con su mandil, se acercó a Gun -Hey, al menos lo creyó. Cuando pasen las dos semanas y el bebé siga vivo, le voy a contar.

El cantante no pudo evitar que una sonrisa se manifestara en su rostro, amaba cuando Tinn trataba de contentarlo y en ese momento, con su atuendo acogedor y su sonrisa, el impulso de acercarse más a él se hizo presente.

-Bueno, si tú lo dices. Ahora... - se acercó un poco más y observó como los ojos del más alto se agrandaban y podría jurar que lo vio bajar su vista hacia sus labios -Termina aquí, ¿Quieres? Iré a preparar a Kraisee para dormir.

Utilizando sus dedos, acarició la barbilla de Tinn y sin decir nada más, regresó al interior de la casa, caminó hacia la mesa, tomó en sus brazos la canasta del bebé y la subió por las gradas. Dejando a su compañero confundido.

¿Gun estaba coqueteando con él? Es decir, siempre han coqueteado el uno con el otro, pero esa vez fue diferente. Pudo ver en sus ojos algo de verdad, como si él quisiese expresarle algo importante.

Su cuerpo tembló ante la idea, ¿podría ser posible que su mejor amigo sintiese lo mismo que él?

Sonrió mientras se quitaba el mandil y lo colocaba sobre el mueble. Durante años, había esperado por una señal enorme que le indicara que valía la pena cruzar la línea de amistad que habían construido.

¿Era esa su señal divina?

Sus manos comenzaron a sudar y sintió que el pecho se le oprimía al pensar en todas las posibilidades. Pero, no podía lanzarse sólo así, necesitaba más pruebas y no dudaría en buscarlas él mismo.

Apretó sus mejillas con sus manos y las masajeó para poder dejar de sonreír, pero era imposible. Dirigió su vista hacia las gradas y planchando con sus manos arrugas inexistentes en su ropa, emprendió su camino hacia el segundo nivel.

Dos Chicos y un BebéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora