EPÍLOGO

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La sombra se deslizaba de un lugar a otro, siempre atenta de sus alrededores. Al menos, cada vez que visitaba un lugar nuevo, o uno al que no había vuelto hace mucho.

No había regresado a aquel lugar en muchos años ya, apenas recordaba como lucía, pues lo había visitado solamente una vez y de noche.

Caminó con paso firme y cruzó la calle hacia la famosa cafetería. La misma que había alumbrado las calles en aquella noche oscura y fría.

La única diferencia, era que estaba abierta y con clientes.

Su estómago se volvió un nudo ante las probabilidades de lo que podría ocurrir. No sabía si podría reconocerlo o al menos sentir la presencia de su propio hijo.

Ingresó a la casa, tomó asiento y su paranoia le obligaba a girar cada vez que escuchaba la risa de un pequeño. Quizás, el trauma aún seguía presente.

Una señora se acercó a ella con una libreta y una dulce sonrisa, le preguntó su orden. Ella simplemente, pidió una chocolatada.

No tenía estómago para nada sólido. El dulce del chocolate debería poder apaciguar sus nervios.

La observó regresar y su vista se desvió hacia una pizarra repleta de fotografías. Disimuladamente, caminó hacia la barra, tomó asiento allí y las comenzó a analizar. Una por una. Persona por persona.

Habían fotos de clientes, flores, propias y ¡Oh! Allí estaba.

Era el chico que le había abierto la reja aquella madrugada. Pudo observarlo de lejos mientras se aseguraba que entrara la canasta con el bebé.

Lo reconocería en cualquier parte.

Siguió observando y el mismo joven, aparecía con alguien más ¿Algún hermano? Podría ser, aunque no se parecían mucho.

Al seguir la línea de fotos, su corazón se detuvo. Debía ser él.

Un pequeño niño de unos cinco años sonreía brillantemente hacia la cámara y junto a él, estaban los dos adolescentes. Parecían realmente felices.

Oh, era muy hermoso.

Tenía cierto parecido con su papá, pero tenía sus hoyuelos. Eso era seguro.

-¿Tiene familia?

La voz de la señora la sacó de su ensoñación y la obligó a desviar la vista de aquella pizarra.

Ella negó.

-No, soy estudiante. Es muy pronto aún.

Algo brilló en los ojos de la mujer y la joven se preguntó si había recordado algo. Alguna memoria. Más no le comentó nada.

-Si bueno, a veces las cosas buenas llegan a tí sin importar tu edad.

La chica asintió y regresó su vista a las fotos.

-¿Es su familia?

-La mayoría sí. Él es mi hijo, su nombre es Gun - señaló al chico lindo de aquel lejano día.

Gun...

-Y éste de aquí, es mi yerno.

¿Mm? Oh, eso tenía mucho sentido. Podía notar la química incluso en las fotografías.

Ella asintió.

-Él es mi esposo- una triste sonrisa adornó su rostro, pero duró bastante poco y el sentimiento fue reemplazado por emoción -Y por último, mi nieto.

Nieto...

Entonces, los chicos se habían quedado con su hijo. Sin embargo, se veían tan pequeños. Quizás tendrían su edad.

Dos Chicos y un BebéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora