Capítulo 5 🚘

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Narra Mikhail

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Narra Mikhail.

Mi quijada parece querer descuadrarse cuando en la cima de la escalera aparece la americana sin ropa, prácticamente. Ese maldito vestido diminuto que lleva puesto, dejando al descubierto sus piernas y la cima de sus senos...

Joder, ¿realmente lleva puesta ropa? No lo parece.

A su lado, la señora lleva un pantalón ajustado con una blusa corta que no revela mucho.

—Menos mal tú no vas para coger. Llevas demasiada ropa encima como para hacerlo fácil —comenta la americana mientras bajan. La señora se sonroja y ella ríe. Suspiro y me giro cuando llegan abajo para salir y esperarlas a ambas con la puerta abierta del auto.

—Gracias —dice la señora al subir. Megan ni siquiera me dedica una mirada, pero no me importa tampoco. Cierro la puerta y rodeo el auto para subir en mi puesto.

Veo el otro auto arrancar después de yo hacerlo. Subo la ventana apenas Megan comienza a hablar de nuevo. Ya la he escuchado suficiente por este día. Por ahora, desearía que tuviera un botón de mute para silenciarla y dejar de escuchar estupideces de ella teniendo planes de coger con otro.

Eso no sucederá.

Primero me corto una mano yo mismo, antes que dejar que ella coja con otro.

No es que la quiera solo para mí es que... Bah, al diablo, obviamente la quiero solo para mí.

Al llegar al maldito sitio donde pretenden divertirse, mi cabeza parece querer explotar. Tiene una fila demasiado larga como para que ellas tengan que esperar, así que estaciono y bajo la ventanilla para ver hacia atrás. Me concentro en la señora y no en la americana.

—Está demasiada larga esa fila, creo que deberíamos volver a la casa —digo. No la veo, pero escucho el bufido de Megan.

—Ay, Mikhail, no deberías subestimar lo que una americana puede lograr —sentencia y baja, sin esperar que yo abra la puerta para ella. Me quedo viéndola por la ventana cómo se le acerca al maldito que se atreve a permitir tener el tacto de ella en su brazo.

—¿Qué maldito problema tiene, joder? —espeto cuando alza sus manos, invitando a la señora a bajar.

—No sé cómo son las mujeres que conoces, Mikhail, pero Megan no es igual a ellas. Su vida es suya y de nadie más —zanja y sale.

—Su vida es suya y de nadie más —repito con tono burlón para bajar también del auto. Al llegar a la portería, el imbécil coloca una mano en mi pecho. Alzo una ceja—. Si quieres conservarla, apartarla de mi cuerpo —advierto.

—No puede entrar, señor —dice, retirando la mano, pero mirándome duramente.

—¿Ves esas mujeres que acabas de dejar entrar? —pregunto, pero no espero respuesta de su parte—. Pues, serán lo último que veas si no me dejas entrar ahora —zanjo, y sin darle tiempo de replicar, entro y hago señas para que Alonso y Steffan entren, también—. Revisen todo —ordeno. Ambos asienten y desaparecen de mi vista.

ESCOLTA DESIGNADO 🚘 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora