Capítulo 19 🚘

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Narra Megan

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Narra Megan.

Estoy temblando y él lo nota, porque sonríe y me alza, haciendo que enrolle mis piernas en su cintura. Escondo mi cabeza en su cuello porque no sé por qué todavía no me besa.

Quiero que me bese.

—¿Le has hecho antes el amor a un hombre, americana? —pregunta, sentándose en la cama conmigo encima. Lo veo.

—No. ¿Y tú? —pregunto. Ríe.

—¿A un hombre? Creí haberte dejado claro que no me va eso —se burla. Río bajito, pero mis mejillas se sonrojan,

—¿Y a una mujer? ¿Le has hecho el amor a una mujer antes, o has dejado que ella te lo haga a ti? —insisto, temblando todavía más que hace un rato.

—Sin querer generalizar, no conozco un ruso que conozca más de amor que el buen negocio que se esconde dentro cuando se ignora —confiesa. Parpadeo a lo loco.

—Eso no responde mi pregunta, Mikhail —me quejo. Ríe, moviéndome un poco para dejarme en sus rodillas y tomar el borde de mi blusa de pijama. Me mira a los ojos y yo asiento para que la quite.

—Graba este día, americana, porque será la primera vez que un ruso que tiene prohibido enamorarse de una americana, le haga a ella lo que no le ha hecho a nadie nunca —declara, acunando mis senos con sus manos.

No respondo porque estoy muy nerviosa, así que solo me levanto de sus piernas para quitarme yo misma el short del pijama mientras lo veo a él quitarse su ropa con rapidez.

Una vez él solo tiene su bóxer puesto y yo apenas conservo mis medias y la tanga, se sienta de nuevo en la cama y me pide acercarme con la cabeza. Cojo aire porque es estúpido que hemos cogido varias veces y ahora, solo por darle otro nombre a ese acto, yo estoy tan nerviosa.

Supongo que no son nervios sino temor.

Le pedí hacerme el amor y luego romperme el corazón, ya me lo rompió una vez y no me había hecho el amor, sin embargo, si hacemos esto... Si dejo que me haga el amor, reparando así el corazón que ya me rompió, ¿cómo puedo estar segura de que el segundo rompimiento no haga añicos del todo las piezas que apenas y pueden mantenerse juntas?

Apenas llego a su altura, sus manos arropan mi estomago por completo, dejando su rostro justo en mi estómago.

—Relájate, americana. Quiero que sientas que realmente hacemos el amor, no por compromiso. Si no quieres hacerlo, no tenemos que intentarlo —musita, besando mi abdomen.

—Quiero hacerlo, Mikhail, pero estoy nerviosa. Nunca lo hice —explico, queriendo también decirle que tengo miedo de que me deje mañana.

—Yo tampoco, pero quiero hacerlo contigo esta noche. ¿Me dejas? —pregunta y aleja su rostro para que lo vea. Asiento lentamente y toma mi tanga—. ¿Puedo ser salvaje antes de empezar a hacer el amor? —cuestiona. Muerdo mi labio inferior y vuelvo a asentir.

—¡Ahh! —gimo fuerte al tirar de mi tanga y dejar el picor en mi piel.

Al volver a verlo, noto cómo ya tiene su miembro afuera. Saboreo mis labios y subo sobre él a horcajadas, agradeciendo no hacer del acto algo tan lento porque lo anhelo dentro de una vez.

—No sé si sea oportuno decirlo, pero quiero que lo sepas, Mikhail —musito, deslizándome por su miembro, abriendo la boca para coger aire—. Te quiero. ¡Oh, por Dios, te quiero tanto, Mikhail! —jadeo al ya tenerlo todo adentro y sus manos estrujar mis nalgas.

Lo veo contener el aire y me preparo mentalmente para no escucharlo responder lo mismo, así que solo me acerco a su boca para tomarla en un beso que lo hace gruñir al comenzar a moverme sobre él.

Es típico decir no saber hacer el amor, pero yo he leído suficiente para saber que es mejor follar con amor que hacer el amor con desgana, así que me muevo con ganas.

Subo y bajo, disfrutando de sus gruñidos, de la forma en la que su lengua se enreda con la mía y sus manos me marcan, no dejando atrás las mías. Clavo mis uñas en su espalda y las arrastro, sabiendo que debe estarle doliendo, pero queriendo eso, que quede marcado por mí, que me recuerde cada noche posterior a esta.

—Joder, te extrañé, maldición —confiesa entre gruñidos, alejando su rostro lo suficiente para apartar el cabello del mío y verme a los ojos—. Cada día, americana. Te he extrañado cada día. He querido tenerte así muchas veces, demasiadas —reconoce. Suspiro, deteniendo mis movimientos para hablar.

—Tómame tú, Mikhail. Dame cómo has querido darme este tiempo y cómo sabes que a esta americana le encanta que su ruso la folle. Hazme el amor mientras me follas como quieres —ordeno.

—Tu ruso está encantado con esa orden —reconoce, sonriente y me da una vuelta completa para dejar mi espalda pegada al colchón, arrebatando mi aire por lo brusco del movimiento.

Sin salir en ningún momento de mi interior, apoya ambos brazos a cada lado de mi rostro y toma mi boca en un beso mucho más violento que los anteriores para comenzar a darme duro, delicioso.

—¡Ay, sí, así! —chillo contra su boca, soltándola un momento para coger aire por lo duro que me da.

—Quería ser romántico, pero no, contigo nunca sale como se planea —confiesa y suena a reclamo, pero lo rico que me está dando lo compensa todo. Río bajito.

—¿Me quieres? —cuestiono, sabiendo que estoy escudriñando en un terreno peligroso, pero sintiéndolo necesario.

—Sí, joder, sí, americana. Maldición, sí, sí te quiero. Sí, estoy loco por ti hasta la médula. Sí soy adicto a esto, a ti, a lo que me das. Quiero más, quiero todo de ti, americana. Я хочу быть твоим мужчиной (Quiero ser tu hombre) —dice en ruso, cosa que no entiendo, pero con todo lo anterior las lágrimas suben estúpidamente a mis ojos.

Mikhail maldice y vuelve a besarme, disminuyendo considerablemente los movimientos, pero no dejando que lo rico disminuya. Sigue chocando duramente su pelvis con la mía.

—No me dejes mañana, Mikhail —suplico, aferrándome a su espalda—. No renuncies a mí nunca —ruego, viéndolo a los ojos.

—Eres tú la que querrás renunciar a mí cuando sepas la verdad —admite. Lo veo confundida y él niega—. Pero olvida eso, ¿sí? Olvida todo porque ahora solo somos tú y yo, y solo esto importa —declara—. Eres el libro que más quiero leer, americana. Y quiero ser el único libro que tú quieras leer. Quiero que nuestra historia sea tu favorita, porque es la mía —confiesa, acabando con todo en mi interior y haciendo que llore más fuerte, pero no de tristeza, sino de felicidad.

—Lo eres, Mikhail. Eres la realidad que tanto deseé tener de la fantasía —reconozco, volviendo a besarlo.

 Eres la realidad que tanto deseé tener de la fantasía —reconozco, volviendo a besarlo

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Quiero que nuestra historia sea tu favorita, porque es la mía. 

Dios mío, amo a este hombre con locuraaaaaaa.

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