Capítulo 36 🚘

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Narra Megan

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Narra Megan.

No me da chance de responder porque el chico regresa con un carrito en el que tiene nuestras entradas. Acomoda ambos platos con alguna crema que aún no sé de qué sea. Deja otro plato con pan tostado. Nos desea un buen provecho y se retira después de Mikhail ordenar que el plato principal no sea tan pesado.

—¿Puedo pensarlo? —pregunto a media comida del plato. Ninguno ha dicho algo más y eso me tiene mal.

—Por supuesto.

—¿Me contarás antes por qué no has querido con ninguna rusa antes, lo quieres con una americana ahora? —insisto porque necesito subirme la autoestima luego de todos mis pensamientos negativos. Suspira, dejando su cubierto a un lado y cogiendo la servilleta para limpiar su boca.

—Porque no me enamoré de ninguna rusa antes —dice. Veo a mi plato, una sonrisa extendiéndose por mi rostro—. ¿Quieres saber por qué no me gustan las americanas? Porque siguen sin gustarme —aclara. Alzo una ceja, sonriendo en su dirección.

—Juraría que en mi identificación dice que soy americana —comento, pero disfruto su sonrisa porque disfruto que ya no estemos tensos.

—Me gustas tú, no tu nacionalidad —acota. Rio bajito, pero me sonrojo.

—Entonces, ¿por qué no te gustan las americanas? —pregunto.

—Mi madre nació en New York —suelta. Parpadeo a lo loco. Eso no lo esperaba—. Mi padre la conoció en un viaje que hizo de vacaciones. Se enamoraron y cuando mi abuelo murió que mi padre debía tomar el poder, le propuso irse con él a Rusia. Aceptó, por supuesto —me cuenta.

Noto por la forma en la que coge la botella de vino y rellena nuestras copas, que no va a gustarme escuchar lo que dirá ahora.

Tomo su mano cuando la deja en la mesa de nuevo. Sonríe.

—Eran muy jóvenes. Mi madre tenía 20 y mi padre 19 cuando se casaron en Rusia. El problema es que, mi madre se confundió —dice. arrugo el rostro.

—¿Con qué? —pregunto en un susurro. Coge aire de nuevo.

—A mi padre le gustó mi madre porque la conoció en una sala de cines. Ella estaba con otras chicas, pero ella era la única callada, que en vez de ver la película, estaba leyendo un libro. Libro en el que estaba basada la película. Por lo que, ella estaba comparando siempre la película con el libro. Eso le gustó, lo diferente que era al resto —confiesa y sonríe, negando con su cabeza.

—¿Qué pasó en Rusia? —musito.

—Se volvió demasiado común —sisea con odio—. Tenía tanta atención de los hombres de mi padre, que confundió su trabajo con coqueteo y se acostó con muchos de ellos —confiesa.

Contengo el aliento.

—Mi padre lo descubrió porque todos ya lo sabían, pero ninguno le había dicho nada. Ese día murieron muchos, demasiados, pero no mi madre por estar embarazada de mí —explica.

—¿Cómo sabía tu padre que eras su hijo? —suelto sin pensar antes mi pregunta. Me mira.

—Mi madre estuvo encerrada durante todo su embarazo. Ni siquiera me tuvo en una clínica, mi padre llevó a unas mujeres a que realizaran el parto. No tuve la oportunidad de ser amamantado por mi madre porque murió dándome a luz por una complicación que tuvo y que no pudieron solucionar en casa por no tener lo necesario ahí —musita lo último.

Me levanto de mi puesto y él echa su asiento hacia atrás para poder sentarme en sus piernas.

—¿Quieres seguir? —pregunto en un susurro, acariciando su rostro.

—Aún no te digo por qué no me gustan las americanas —recalca. Asiento—. Mi padre ordenó una prueba de paternidad enseguida para saber qué hacer conmigo. Si no era su hijo, moriría —suelta.

—Pero lo eres —termino por él. Asiente.

—Sin embargo, ya todos los socios de mi abuelo que pasaron a ser socios de mi padre le perdieron el respeto por la mujer que se buscó. Crecí sabiendo que solo una rusa podía entender a un ruso. Crecí viendo las mujeres de los socios de mi padre, ser mujeres respetuosas, elegantes y fieles, sobre todo. Crecí aborreciendo a mi madre por zo... —Calla, negando con la cabeza.

—No era eso, Mikhail. Simplemente se confundió, es todo. Ser la mujer de un jefe de organización no debe ser fácil. Supongo que debía ver cosas difíciles cada día —digo, intentando mejorar un poco lo que piensa. Niega de nuevo.

—No, americana. No es un "simplemente se confundió". Se fue de aquí por amor a mi padre, pero ese amor no fue más fuerte que sus ganas de ser de otros. ¿Qué tiene de diferente ser la mujer de un hombre peligroso a ser la mujer de un hombre común? —cuestiona.

—No lo sé —confieso porque es cierto. Sonríe triste.

—Entonces, no debería haber diferencia a la hora de ser fiel. Tenemos un lema, no sé cómo sea en las organizaciones del resto del mundo, pero en la nuestra, tenemos algo claro, si no puedes serle fiel a la mujer con la que compartes tu cama, no eres confiable para pertenecer a una organización —zanja. Alzo ambas cejas.

—¿Qué hay de tu padre? ¿Es fiel? —pregunto.

—No ha tenido más esposas —explica.

—¿Y con Emma?

—Emma era un pago, siempre la vió y la trató como eso. No dormía con ella, abusaba de ella y ya. Es un maldito, sí, pero mi tío me prometió siempre que le fue fiel a mi madre, aun sabiendo que ella dormía con otros —confiesa. Cojo aire.

—Entonces, lo tuyo era como un odio infundado hacia nosotras las americanas —acoto. Niega.

—Se prohibió en nuestra familia estar con mujeres americanas. Se nos prohibió enamorarnos de ellas. Se nos prohibió, incluso, vivir aquí. Pero Oleg se reveló luego de la muerte de mi tío y con él me vine yo. Como mi padre no podía decidir en la vida de Oleg, siguió recordándome a mí cuál sería el destino de la americana que llegase a gustarme. Igual fue fácil, ¿sabes?

—¿Qué? —pregunto porque no entiendo.

—No desearlas a ustedes —dice. Arrugo el rostro.

—¿Por qué?

—Porque les ofrecen a desconocidos, darles todo lo que tienen. No se guardan nada para ustedes, así que, ¿qué podría interesarme de las sobras de otro? —cuestiona.

 No se guardan nada para ustedes, así que, ¿qué podría interesarme de las sobras de otro? —cuestiona

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Pues, ya ni sé qué decir, jajajaja.

ESCOLTA DESIGNADO 🚘 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora