Libro #2 de la Trilogía "Independiente" Amores Designados. No es necesario leer el primer libro, pero se recomienda para entender situaciones de ciertos personajes.
El plan de Megan de solo pasar dos semanas en esa ciudad para visitar a su mejor ami...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Narra Megan.
—Deja de retenerlo y dámelo —ordena Mikhail en un siseo furioso, sin dejar de clavarse con rudeza en mi coño, mientras masacra mi pezón derecho con sus dientes. Jadeo como loca.
—Prométeme algo —suplico, queriendo de verdad correrme porque lo estoy aguantando mucho y ya no creo seguir haciéndolo con lo rico que me está follando.
—¿Qué? —replica ronco, soltando mi seno para verme a la cara.
—Que no soy solo un polvo, Mikhail. Prométeme que después de esto, no vas a cogerte a otra. Promete que no vas a usarme cuando quieras, porque me gustas, Mikhail. Me encantas, pero puedo devolverte al doble todo el daño que me hagas. Y no quiero hacerlo —confieso. Se detiene del todo.
—¿Qué es lo que quieres de mí, americana? —cuestiona. Muerdo mi labio inferior con fuerza, aguantando las ganas de llorar cuando la inseguridad me embarga por completa y me repite una y otra vez que lo he arruinado todo.
Mi subconsciente me grita que no puedo pedirle algo así a un hombre que no es mío ni me quiere suya.
Mis dudas me hacen imaginar a una Emma perfecta, siendo ella quien goza de pasar la noche entera entre sus brazos después de hacer lo que quiero que me haga.
Mi corazón se detiene de a poco, sabiendo que cuando todo lo que he querido evitar sentir, ocurra, no solo él estará roto, sino toda yo.
—Que me quieras como algo más que el coño de turno, Mikhail. Que no desees que otro me tenga porque me quieres solo para ti. Que quieras tenerme como tu mujer —musito bajito, bajando la mirada para que no vea caer la estúpida lágrima que me traiciona. Lo escucho maldecir.
—Una cena —dice. Parpadeo, alejando las demás lágrimas y levanto una de mis manos para secar el recorrido de la que salió.
—¿Qué?
—Cena conmigo hoy y hablamos, ¿sí? —pide. Paso saliva.
—Podemos hablar ahora, Mikhail —acoto. Bufa.
—¿No quieres cenar conmigo, americana? —revira. Giro los ojos.
—Sí quiero, pero no quiero que nuestra cena pierda romanticismo por tus intentos de alejarme de ti. No tienes que llevarme a cenar para romperme el corazón —zanjo.
—Quiero seguir rompiéndote el coño hasta que me mojes la verga cómo lo haces solo tú, así que cierra de una vez la boca y no la abras de nuevo si no es para gritar mi nombre al correrte. ¿Estamos? —cuestiona. Muerdo el interior de mi mejilla y no respondo, pero me toma por la cintura, bajándome de golpe de la encimera.
Cuando pienso que va a irse, me gira, dejando mi cuerpo viendo al espejo frente a nosotros.
—Manos al lavado —ordena, volviendo a electrificar mi cuerpo por las ansias. Temblando, obedezco y me arqueo, invitándolo a follarme desde atrás. Maldice, cogiendo mis caderas y clavándose de una vez en mi coño que está tan receptivo para él. Gimo fuerte su nombre y él sisea: